Y entonces vino y me dijo: ¿Ya?
Sí, ya.
Es la hora triste, la hora en que te enfrentas a un mundo oscuro de soles radiantes y ríos cristalinos y verdes praderas. Te ha llegado la hora en donde la gente canta y baila y hasta se emborracha de sólo felicidad.
No lo entiendo, pensé que nunca llegaría este momento. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarme a él y caminar estos caminos. Me da tanto miedo. No sé qué hacer, cómo actuar. No sé si quedarme.
Y te entiendo, pero debes quedarte. No es opcional para ti. Mi primera vez, si vieras, fue muy dolorosa. Aún recuerdo que me temblaban las piernas al caminar y que el mareo me acosaba en los primeros pasos. Pero el dolor pasó. Se fue y me quedó la nostalgia de los ayeres que siempre preferimos. Aveces sonrío.
Sí, así me siento. Como quien deja la lluvia que le alimenta. O la oscuridad que le define...
Pero bueno, debes despertar ya. La vida que creemos cierta está al otro lado de este lado. Levántate. Que no hay tiempo que perder y hay sonrisas para arruinar.
(Y así, entre risas y carnavales abrió los ojos la primera.)
5 comentarios:
Aprender a abrir los ojos es mirar con otra intención, descubrir diferentes perspectivas e incluso, soluciones a distintos problemas y circunstancias...
un saludo.
Cambiar de lado para dormir cuesta lo mismo que mudar de piel el corazon...
Esilleviana, me gustaría mirar con los ojos cerrados, quizás. Pero he aprendido, al menos, que los abro mal. Mirar con otros ojos siendo los míos, los propios.
Etienne, levantarse y volver a dormir deja la tristeza de las pesadillas como también el placer de la sonrisa mientras se duerme.
Y otra vela más, por Japón, esa perla hundida en el barro. Encantado, Felipe, por aquí nos vemos.
Manuel
Qué intensas pueden ser nuestras experiencias en el mundo de los sueños.
un saludo!
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