Ella sólo pudo inclinar con vergüenza la cabeza. Le pesaba no haber notado que se le iba de a pocos. Que entre tantas aparentes charlas y fiestas se le deslizaba de a gotas frías por las yemas de los dedos. Él sólo podía mirar hacia el frente, en dirección a su oreja izquierda. Sin mirar a los ojos. Como en foto de graduandos. Era incapaz de siquiera tocarla.
"Perdoname, mañana lo hago mejor".
"Tenés que. El ayer retorna sólo en nostalgias".