Y entonces vino y me dijo: ¿Ya?
Sí, ya.
Es la hora triste, la hora en que te enfrentas a un mundo oscuro de soles radiantes y ríos cristalinos y verdes praderas. Te ha llegado la hora en donde la gente canta y baila y hasta se emborracha de sólo felicidad.
No lo entiendo, pensé que nunca llegaría este momento. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarme a él y caminar estos caminos. Me da tanto miedo. No sé qué hacer, cómo actuar. No sé si quedarme.
Y te entiendo, pero debes quedarte. No es opcional para ti. Mi primera vez, si vieras, fue muy dolorosa. Aún recuerdo que me temblaban las piernas al caminar y que el mareo me acosaba en los primeros pasos. Pero el dolor pasó. Se fue y me quedó la nostalgia de los ayeres que siempre preferimos. Aveces sonrío.
Sí, así me siento. Como quien deja la lluvia que le alimenta. O la oscuridad que le define...
Pero bueno, debes despertar ya. La vida que creemos cierta está al otro lado de este lado. Levántate. Que no hay tiempo que perder y hay sonrisas para arruinar.
(Y así, entre risas y carnavales abrió los ojos la primera.)