Nido.


Me quedo. De pie. Mirando el humo que se escapa. Que se va a la sala. Se esfuma el humo. Y yo aspiro. Soplo al universo la bocanada de larga vida, la bocanada de fauna, la de verde flora. El cuarto de vida se llena. Y el cuarto sopla. Por las ventanas y rendijas sopla su vida, aquello que le llena mientras se desliza y se va.

Rendido. Exhausto por la simple saciedad de completar este vacío, este silencio. Las cuerdas se lamentan y preguntan. Pero donde oigo aquello sobre lo que escribo, es otro sonido como en aquello sobre lo que escribo y cuando lo escribo. Si hay sonido...

Por eso, claudico. Me rindo.