De tu música


Y dejar así que las notas suban y bajen y tracen los senos con todas su curvas distantes de radio viajando por el espacio y todos los valles verdes y cadenas de montañas cubiertas de nieve y vida en la sombra de un planeta lejano allá en donde rojos son los caminantes que esperan ser filmados para las sombras de la posteridad humana perdidos en el miserio infinito del barrio inmenso que se avecina lleno de galaxias y nebulosas y perfumes y un cuello redondo que baja por tu cuerpo y por cada racimo que de ti pende en la llamada de una lengua sedienta o de un cascada tibia en la que puedan sumergirse y enumerarse todas las fotos de piscina de una mañana de domingo de una niñez ya perdida y sumida en una vejez de retratos fortuitos de gente ya olvidada de puertas y decoraciones y mesas de centro.

Dejar así que sea la música que escupen las ranas y que soplan las tubas por los túneles de gusanos de seda confeccionando vestidos eternos de redes y torturas e historias de guerras y espadas y una ánfora de agua contenida en la mitología cayendo en la cabeza del dios del futuro y dando en el golpe de un gople el pie al sonido que empujará a la muerte a todas las miradas de noche y nostalgias de todos aquellos que un día se perdieron en su propias ropas y se encontraron así sin más como escrito en la sangre que de todo nada quedará y que sólo hay esa mirada tierna de alguien a quien llamaron 'tú' y que tiene en infinitivo cuando no ve y que sólo hace el presagio funesto de un vacío lleno de preguntas vibrando en el silencio y purismo del secreto infinito que callan todas las bocas y que no saben lo que callan y que soplando abren el camino paralelo a un Todo de corpúsculos y átomos arreglados en fórmulas distintas y leyes de vida que conformen un 'yo' que no exista o un 'tú' que ya existió.

Porque existes. Si existo yo.

Y nada debe tener sentido en estas letras. Excepto tú.

Me cargo confuso. Excepto tú.