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Mi poesía es nostálgica. Mi poesía habla de lo triste. Está anclada en los abismos, en la oscuridad, en el ahogamiento invisible. Mis versos están en la sombra. Se esconden en donde quisiera yo esconderme, en donde quisiera temporalmente no ser, como parece que no son las cosas que ahí se esconden. ¿Qué son los objetos cuando no está la luz que los describe? Cuando huyen y se esfuman, no son.  

Creo en la geometría. Una imposición del universo con sus reglas inmutables y que se desparrama en los espacios recordándonos un orden universal: patrones radicales del existir y no existir, del aparecer y desaparecer. 

La geometría es mi paz, la sombra mi condena. La sombra es la paz, la geometría la condena. ¿Quién dibuja sino el cosmos, sino la luz celeste en donde se juega a los dados con los átomos de la realidad?

En el afuera incontrolable me busco. En el andar me busco. En el olvidar me encuentro. Las sombras momentáneamente olvidan recordar y eliminan al olvidar. La luz, empero, rescata los muertos, les deja respirar. 

Hay una lucha entre la luz y la sombra: su discurso es silencio: un silencio geométrico de patrones y triángulos, y líneas y grietas: y el sol. Que todo define y que hoy me calla.