Rotundo

¿Cuál es el peor dolor del mundo?
¿La ausencia, la culpa, la enfermedad?
En la vida se anda siempre moribundo.
Se sea niño, viejo o de cualquier edad.
¿Qué es eso invisible y nauseabundo?
Ese grito de sangre  y carne en gravedad.
Nuestro océano: ¡finito pero profundo!
Nuestro grito sin voz y en soledad.
El peor dolor de al menos este mundo,
es quizás la autoinfligida impiedad.
O el disparo que llega de la falsedad.
Pues todo llega y se va en un segundo...
No existe del existir la propiedad.
Cada fin se acerca feroz, fiel, rotundo.

En vigilancia

Mire, nos queda sólo la perseverancia.
El Humano sólo es perseverancia
pues en ello se encuentra su lactancia
y por eso siempre está en eterna infancia.
Vulnerable y en la chistosa repugunancia,
sin embargo, es sólo pinche arrogancia.
Pretensión y actitud de dizque militancia.
¡He ahí el alimento de toda intolerancia!
De esa muy-mortal y dramática intolerancia.
Pregunta usted: ¿y de esto cuál es la importancia?
Le digo: de esto, de hecho, la importancia
es que en el acto de la perseverancia,
en la, ojalá, tangible y espiritual vagancia,
el cuerpo esté libre para luchar, en rimbombancia,
reescribiendo cada paso como en la quiromancia.
Ahí libre donde pueda percibir todas las fragancias
y no caiga menso en la burda vida y su redundancia.
¡Pero ya ve! Cae en completa flagrancia.
Y ya caído sólo le queda la perseverancia.
Sobrevivir y construir para sí una ambulancia.
Sobrevivir y construir para sí alguna prestancia.
Sí, la perseverancia...

De la vida, si lo ve, esas son las circunstancias.
Y ud va y ve y hay tanta abundancia...
Unos pocos con esa abundancia...
Muchos pobres y en petulancia.
¡En petulancia! ¡Qué tristeza! ¡Qué ignorancia!

Al final todo está en la irrelevancia.
En la nada y la sangre y su sustancia.
Hay que existir, sí, cual extravagancia
y crear de la vida propia la Resonancia.
Seguir y empujar y ser dura constancia.
Y un día morir, ajá, pero con elegancia.
Sólo nos queda el filo de la perseverancia...

Sin sueldo

Cada aliento es una patada en guerra,
todo paso es con sudor y martirio.
Y uno que al dinero se aferra,
como un loco enfermo en delirio
cual cachorro hambriento a la perra,
no hace sino prender cirio tras cirio,
para no comer del plato más tierra.

El dinero llega ya y luego vuela
con la duración minuta de un suspiro.
Quien va al cajero y hace el retiro,
ignora que su bolsillo todo lo cuela.

¡Ay del zapato la rota suela!
¡Ay de la tarjeta el sobregiro!

Soy yo quien comprando yerra.
Soy yo quien comprando,
al son del capitalismo y su mando,
al son de ponerse en ese bando,
monta a pedazos la cajuela,
pone el cerrojo a la escuela
y enterito cojeando se entierra.

La deuda a la esperanza destierra.
Vida triste, vida pobre, vida perra.