Retruécanos con cara de aforismos o falta de oficio.


Es real la realeza o toda realeza es real? ¿Es la realidad Real? ¿Con erre mayúscula adjetivo de realeza?

los-que-menos-tienen tiene menos, que no la menor, probabilidad de encontrarse con otro que-tiene menos.

Y si fueran señalados los más y fueran los señaladores los menos. Será lo que es tal cual es ya...sin ser.

Lo que más allá se ve es lo que más acá se tiene. Lo que se tiene es todo aquello que al estar, se pierde.

Es esa inasible cosa obligándome a creer que existe la gente que no veo, no he visto y no veré.

En el campo de las ensaladas, doña Sujeta de tiempos inmemoriales ha sido ascendida a desconchifladora de cajas.

Ojalá tenga el tiempo en el futuro para retornarme a mi tiempo en el pasado.

He tenido cosa de la cosa pues cada cosa tiene su cosa. Cada cosa con su cosa y la cosa con la cosa de no tener la cosa.

Cuanto sucede, sucede que no sucede. Sólo pasa lo que al pasar sucede y no pasa.

El menor esfuerzo en este caso no necesariamente es mayor al del caso anterior.

Entre las cinco y la seis el frío de los ojos.

Lo que no hallo está y no lo veo o no está y no hay para ver. Se esconde siendo o no se esconde y no es. Pues ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.

El rostro de Fausto en las laderas del soplo, en el patio de polvo.

Con tendencia a existir y sin existencia objetiva. Esencialmente no sustancial. Algo que es esto y aquello y algo sin su aquello.

En búsqueda del penúltimo silencio.

En el sueño que presumen abanicos diáfanos. En la felicidad con forma de rostro blanco, de danza sin música.

Cuando las manos son puñales que sostienen el mundo y agitan las flores de la entrada. Sonrisas que desaparecen los ojos.

En el monte lejano halando fuerte la pita que saca el sol adormilado por las mañanas.

Con un sushi ciertamente más crudo. La soya y el tofu gratis con el combo. Yo brincando felices islas imaginarias para darle alcance.

Sentado. Tranquilo y feliz mirando una nube. Palillo a palillo. Por allá donde el sol cuando sale, sale.

Dando vueltas alrededor de un poste sin luz. Acabó de llover.

Pasando páginas que creí haber leído. Este volumen es prestado, creo. Del perro de la vecina, fijo.

Contando un mamotreto de papeles imaginarios amontonados en la celda de otro preso mayor. La llave: perdida. ¿Hay tal?

Con un pedazo de queso en la mano y el cuchillo para abrir el pan. Pero la sanduchera se dañó.

Según parece toca al timbre el perro de la vecina. Quizás quiera café.

Corriendo la cortina y al parecer aún llueve. Quizás baste dormir un poco más.

Mirando lustros, contando arroces. Presumiendo nubes escandinavas en un vaso de whisky.

Que caen las hojas y el café está caliente, que la luz se filtra, que las sonrisas cesan. Que despierto.

Mirando un dizque cuadrito de Miró (y él no miró) de soslayo.

Mirando un pan francés.

Con un pan anglosajón.

Más allá de la bruma y la extensa noche, más allá del ocaso y el infinito cielo; detrás del horizonte y debajo de cada hoja marchita; entre las lágrimas y el silencio se esconde el fin último que debemos perseguir, aquel sin tiempo ni presencia táctil, aquel sin trazas de melancolía, de agitación o de orgullo. Aquel que no tiene procedimientos, ni funciones delimitadas en hojas acumuladas entre el polvo o entre cuatro monedas de quinientos pesos y un billete de diez mil. Detrás del mundo y sus designios y los pasos perdidos y los dados y los futuros, después de cada lineamiento y protocolo, más allá de lo contable y lo histórico. Ahí está el fin último que debería, y quizás es, el primero.

En el carretero.