“Es que yo cuando me pongo bravo, me pongo nervioso.
Entonces cuando me asusto, me pongo bravo.
Pero cuando me pongo nervioso, me asusto.
Entonces me asusta que al ponerme bravo me ponga nervioso.
Es tan triste.” Me dijo.
Y yo sin qué decir, improvisé: “Pues bueno, a mi me pone nervioso que le asuste que al ponerse bravo se ponga nervioso. Me asusta mi nerviosismo porque cuando me pongo bravo usted se asusta. Sí, es muy triste”.