Mire, nos queda sólo la perseverancia.
El Humano sólo es perseverancia
pues en ello se encuentra su lactancia
y por eso siempre está en eterna infancia.
Vulnerable y en la chistosa repugunancia,
sin embargo, es sólo pinche arrogancia.
Pretensión y actitud de dizque militancia.
¡He ahí el alimento de toda intolerancia!
De esa muy-mortal y dramática intolerancia.
Pregunta usted: ¿y de esto cuál es la importancia?
Le digo: de esto, de hecho, la importancia
es que en el acto de la perseverancia,
en la, ojalá, tangible y espiritual vagancia,
el cuerpo esté libre para luchar, en rimbombancia,
reescribiendo cada paso como en la quiromancia.
Ahí libre donde pueda percibir todas las fragancias
y no caiga menso en la burda vida y su redundancia.
¡Pero ya ve! Cae en completa flagrancia.
Y ya caído sólo le queda la perseverancia.
Sobrevivir y construir para sí una ambulancia.
Sobrevivir y construir para sí alguna prestancia.
Sí, la perseverancia...
De la vida, si lo ve, esas son las circunstancias.
Y ud va y ve y hay tanta abundancia...
Unos pocos con esa abundancia...
Muchos pobres y en petulancia.
¡En petulancia! ¡Qué tristeza! ¡Qué ignorancia!
Al final todo está en la irrelevancia.
En la nada y la sangre y su sustancia.
Hay que existir, sí, cual extravagancia
y crear de la vida propia la Resonancia.
Seguir y empujar y ser dura constancia.
Y un día morir, ajá, pero con elegancia.
Sólo nos queda el filo de la perseverancia...