The Great.

Sé que veré. Sé que mis ojos se posarán sobre tus pupilas. En algún momento en que la respiración se nos agote y podamos sonreir al misterio y a la incertidumbre. Hoy te veo. Deslizándote en las habitaciones vacías sin mí. Vacías de ti en todos los rostros, en todos los rasgos y las paredes. En todo el cemento que parece perderse en los buses. Visto, visto todas las aguas de rocío. Todos los cielos de azul: celeste. Celeste será este cuarto apenas pueda verte.

Cómo pasan las aguas por los ríos, cómo pasa el viento entre las laderas, cómo pasa el tiempo por esta lengua que describe su sed. Que se sumerge en una canción con guitarras. Un solo asolas. Una voz para todas las aves que vuelan las riveras llenas de perlas, todas las arenas que pisas, todas las huellas. Ricas son las costas de tus sueños.

De los sueños, cuando te sueño conmigo.

Pues todo ha llegado en las hojas que empujas, en esas piedrecillas rodantes de los caminos de polvo. Ha llegado lo que he pedido. A mi lado. Conmigo.

Sí, que sí. Tan, tan.

Yes,
(we can-n)-abis-mos.
Pez,
que ya sabes nadar.
Al primer cielo vamos.
De tus ojos: el cosmos.
Al último vol-cán.

Tiritan.

“Es que yo cuando me pongo bravo, me pongo nervioso.
Entonces cuando me asusto, me pongo bravo.
Pero cuando me pongo nervioso, me asusto.
Entonces me asusta que al ponerme bravo me ponga nervioso.
Es tan triste.” Me dijo.

Y yo sin qué decir, improvisé: “Pues bueno, a mi me pone nervioso que le asuste que al ponerse bravo se ponga nervioso. Me asusta mi nerviosismo porque cuando me pongo bravo usted se asusta. Sí, es muy triste”.

Es-tán.

Son los olores, las noches, esas noches contigo. Los días, cada rato. Se pasa el río entre las nubes que lo reflejan. Se van las sombras de las nubes. Se va la vida. Es tan fácil perderse en el mismo camino...

En el propio. Perdernos en lo que precisamente nos da la herramienta para creer que sí somos. Perderse ahí. Donde todo converge. En donde todo converge. Y que converge en esta realidad fangosa, aveces abierta y sonora, otras hermosa.

Es bella solamente cuando te pienso en ella.

Es hermosa cuando en ella te tengo. Ahora.

Ya llega con los vientos la hora.

De tenerme contigo en una estrella.

Cha cha cha...


No me oye. ¿Puede oírme? No me mira. Tampoco me escucha.
¿Dónde está el agua caliente en esta vieja ducha?
Vieja, desvencijada. Oxidada. Digamos: ¡cucha!
De este vetusto ladrillo llamado casa. Digamos: ¡casucha!
¡Siempre el grito ahogado del chorro frío, siempre la misma lucha!
A veces ganas de bañarme vestido me da o, al menos, con cachucha.
Pero la intención poco me dura pues la ventaja final no es mucha.
Al principio veinte minutos, luego diez y luego cinco cual trucha.
Triste es: mañana será de nuevo. Ay Dios mío, qué tristeza, pucha…