Los de adelante

Cuando yo me muera y todos los que alguna vez conocí personalmente -y hasta virtualmente- mueran y mueran mis recuerdos y los recuerdos sobre mí, moriré entre las cuarenta mil generaciones que están detrás y las, diría yo, probables cuarenta mil que vendrán; si no son más. Hay algo que nos empuja todos los días a seguir por donde siguen los que se despiertan y a parar en donde paran los que duermen. Así, sin más, entre respiros, hasta un buen día, sólo porque sí, sólo porque así pasa, sólo porque no queda más, ya no ir, ya no andar, ni respirar.

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El saludo de puñito ciertamente ha sido un gran avance para la humanidad.

De eleves

Hoy me enojé con los ascensores porque aparentemente ninguno funcionaba y estaba yo, ahí de pie en el piso 10, espere y espere definiendo si me iba a tocar bajar por las gradas todos esos pisos para luego tener que subir por las gradas y contra la gravedad todos esos 10 pisos, cuando me di cuenta que se me había olvidado apretar el botón y que la tecnología no había evolucionado tanto como para adivinarme el pensamiento. Lamenté no vivir en ese futuro y me disculpé con los ascensores. Ellos no tienen la culpa. Es un edificio viejo.