Lo que haré sobre lo que hice.


Es el mejor sitio, en este pequeño sitio de seguro no te atrapan. Son muy pocas las posibilidadades.

Sin embargo,

está lejos.

Y sabes que si vas, te pueden ver.

Por cinco pasos te haces visible antes de la puerta. Aunque, claro, no eres invisible.

Sabes que nada tienes para aclararte los ojos. Así: es evidente que lo hiciste.

No puedes salir de tu cuarto, te verán.


Afortunadamente las cortinas están cerradas.

Las de tu cuarto, sólo esas, lo cual es bueno pero también es malo porque estás al lado de la sala cuya ventana la sabes inmensa. Ya la habías medido.

No puedes hacer ruido.

Y sólo hay un baño en tu cuarto.

Y te llaman a la puerta mientras te llaman al celular y al teléfono fijo.

Porque saben, o intuyen, que estás ahí, que hiciste algo que ellos creen (o quizás tu también creas), que no debías.


Si llegan a evidenciar tan sólo un poco de lo que haces.

No tendrás tiempo ni modo de corregirlo.

Te encierras entonces en el baño.

Es el único recóndito en donde te puedes esconder, desaparecer...tan sólo por un rato.

Te metes bajo la ducha, en la bañera.

Abres el agua.

Y algo tienes que hacer.

¿Tienes algo para hacer?

Una sola posibilidad.

Que te salve.

¿Que te proteja?

Todo puede ser

una casualidad entre golpe, doble llamada y que hayas hecho lo que hiciste.

Llamas y preguntas.

Contestan y reponden.

Cuelgas.

Respiras. Afortunada es la fortuna. LLegó tres veces.

Respiras.

Y lo vuelves a hacer.