Al otro lado del charco


Era de noche.
Se levantó.
"No. No es la ciudad. Soy yo. Por mí es por el cual corre el frío y el humo negro. Es este yo el que sacia su sed con poca agua. Es la garganta que duele luego de salir a caminar. Es simplemente que no estás tú."

Paila.

"¡Pero, claro, lo sabías!. Nada llega de él sin un costo para vos y para mí. ¡Para todos! A costa de algo. Lo que te perdás, lo que te pierda: ¡pues te jodiste!"
Ella sólo pudo inclinar con vergüenza la cabeza. Le pesaba no haber notado que se le iba de a pocos. Que entre tantas aparentes charlas y fiestas se le deslizaba de a gotas frías por las yemas de los dedos. Él sólo podía mirar hacia el frente, en dirección a su oreja izquierda. Sin mirar a los ojos. Como en foto de graduandos. Era incapaz de siquiera tocarla.
"Perdoname, mañana lo hago mejor".
"Tenés que. El ayer retorna sólo en nostalgias".