Crédito
¿Cuánto alcance tienen los dolores?
¿Cuántas lágrimas quedan aplazadas?
Mientras jugamos,
mientras pretendemos que ya no es.
Mientras le damos guión a nuestras bocas.
En un teatro vacío de nosotros mismos.
Sin sonido.
Un día, así, con el mar golpeando las tiendas,
con el estruendo de una biblioteca que se cae,
con los platos que se deslizan de las bandejas,
con las ventanas rotas por un balazo que nadie espera,
con la madera vieja enfrentada a la humedad,
un día, así, se rehacen los mismos cuchillos y la sangre vuelve a fluir.
Ese momento cuando nos preguntamos por la dirección del tiempo
y si nuestro cuerpos -quizás ya no amados- se siguen en su único flujo.
Sufrir a cuotas.
Llamadas de lo que parecía que ya habíamos olvidado.
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