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La persecución,
un monstruo etéreo que supervisa
-entre mares y tierras-
Vigila, tasa, señala, juzga.
Sombra tenebrosa tras mi espalda,
espada invisible que rechina
(Sobre mi hombro)
(Sobre mi cuello)
El filo apuntando, el grito aguardando,
el reclamo en esa lengua.
Culpable, escupe.
Culpable de un amor que yerra.
Pero
Condena es no saberse muerto
Cárcel: ser ya, ser yo, no saber no ser.
Y
Ella no duerme.
Apunta y espera,
ella apunta y sentada espera.