Peinándome frente al espejo un domingo de calor en la mañana.


Le dije: tú eres el centro de tu yo. De tu propio yo. Sólo tú sabes cómo ven tus ojos y son los únicos ojos por los cuales ves.

Y me dijo: pero es que tú eres yo.

Hice: apagué la luz.

Hizo: Se fue.

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E.A.


Le dijo: "Ciertamente, leído varios meses después, veo como lo siguiente es falso. El amor de la vida diaria no existe porque no hay amor que se pudiese llamar amor y que fuese algo rutinario como suele serlo la vida diaria o lo que creemos que ella es. El amor que promueve más amor en seres diferentes para promover aún más. El amor que perpetúa la especie. Ese amor existe, digamos. El amor por el amor, por el sostén que le fue dado o pretendido. Quizás existe. Pero no cabe duda que creamos o no en él, en algún punto nos sentimos enamorados o estamos enamorados o sabemos que quizás, si somos jóvenes y no viejos desilusionados, vamos a enamorarnos nuevamente. Sin creer o creyendo que el amor existe, él existe dado que constantemente nos preguntamos si existe o no. Si es o no. Porque: ¿por qué nos preguntaríamos sobre algo que no existiera? Al menos existe para que nos preguntemos precisamente por su existencia. Lo cual es muy triste. Dicho esto: aún lo que no existe, existe. Y lo que existe, no existe. Y todo lo anterior está bien: ¿estando mal?" Te dijo.