Del olor de su piel,
Qué ríos que somos, qué silencios
De callarme cada lágrima
de sumergirme en cada risa
de cuando reíamos
de cuando el camino estaba afuera
entre los matorrales
y no sobre una alfombra invisible
pesada con el polvo
Blog sobre poesía, cuento, comentario y ensayo.
Ayer era día de hacer la compra, así que hice la lista de lo que faltaba y me fui, en el ratico que tenía, al súper mercado acá a la vuelta de la casa. Como ya lo conozco, sé a qué estantería ir y en qué orden para salir rápido de eso pues tenía un compromiso telellamadístico. Cuando fui a pagar, me di cuenta que más de la mitad de lo que había en el carrito yo no lo había seleccionado y que, seguro, alguien habría por ahí con mi carrito a medio llenar con mis cosas. Era muy tarde como para saber quién, cómo, dónde y a qué horas. Y finalmente, debido a que el que yo había tomado por error tenía productos de nevera, y de diferentes neveras, tuve que ir una a una regresando cada cosa. Bueno, más o menos. Realmente regresé algunas nada más. Las otras las habría comprado eventualmente yo, porque a veces las compro, pero no estaba en el plan de ayer. Hubiese querido darme cuenta a tiempo del error. Con gustos tan similares, estoy seguro que habríamos podido ser buenxs amigxs, pero me le robé el carrito y compré algunas de sus selecciones. Creo que así nada bueno puede empezar. Espero, eso sí, que haya devuelto la albahaca porque era la última y hoy paso por allá. A la telellamada, qué decir, ayer desafortunadamente se "cayó" internet.
Cuánto nos atrapa el peso de los ojos. Una sombra que invade la vida, un artificio que elimina de un tajo el paraíso y sus ríos de agua clara. Cuánto nos atrapa el acoso de los sueños. Un teatro que no elegimos, una audiencia vacía y tonta que no escucha y siempre olvida. Cuánto nos atrapa la voz inerte de los de al lado: que nadie son, que nada son, que nunca están. Hay ruidos filtrándose por las rendijas de las puertas. Son gritos o suspiros. Sobre todo silencios. Y soledad, sobre todo soledad.
La cosa de la causa y la causa de la cosa. Así, hay una causa de la cosa de la causa. Y una cosa de la causa de la cosa. Está la casa vacía sin cosa y sin causa. Acusa la delgada línea. Ayer, hoy acaso. Ocaso. Fracaso.
A este país le puede caer un meteorito, como el de los dinosaurios, y seguro que lxs que queden, seguirán haciendo tremenda música para mover el bote.