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Somos los que nos quedamos, en el cuerpo de lo que somos, en la nada de lo que habitamos. Nada hay sino la sombra, que callada habita los rincones del vacío, llenándolo todo. Quemándolo todo en el fuego de su risa y de sus palabras. Nada sobra en el destino de la Nada. Nada falta. Se caen como las gotas dulces del afuera. Con el peso de un futuro que ya acosa y que ya rasguña. Fuimos. Esxs que caminan y aquellxs que sollozan. Porque la soledad es el destino del río, su dilución. En el andar nos consumimos, porque somos el agua que nos bebemos.