Lo que llega.


Finalmente el fin es el principio. Es lo que viene, es lo que va, es lo que se fue.

La corbata en la sopa del timón.


Fíjese que un ejecutivo que come un ejecutivo está ejecutando esa tarea: comerse un ejecutivo.

Así, cuando un ejecutivo se come un ejecutivo para ser él ejecutivo debe hacerlo de un modo ejecutivo.

Y si queda lleno, pues bueno. Coger taxi y no montar en ejecutivo.

La lengua


No sé porqué no me gusta que me gustes todo lo que me gustas. No sé por qué me gusta que no me guste que me gustes. Pero me gustas.

Ciertamente tampoco sé por qué no me gusta lo que no me gusta pero lo cierto es que no me gusta como lo que me gusta.

Así, si me miras como me miras pues así no me gusta porque no lo haces como me gusta. Por ello, no me gusta. Aunque, claro, tú me gustas.

Y así como la coliflor no me gusta, y no sé por qué no me gusta, no me mires así pues no me gusta como me gustan las lentejas con arroz.

La coliflor no me gusta tanto como no me gusta que me mires así pero en la misma cantidad que me gustan las lentejas con arroz.

Al menos eso sé fuera de lo que me gusta y no me gusta.

Y saber me gusta: que sepa a lentejas y a lentejas con arroz.

¿Que qué?

En ocasiones me dan esos no sé qué que me hacen sentir no sé cómo pero de ese modo tan claro que sé que no sé pero que me hace sentir así, de ese modo. Sí. Y así como llega, se va, se fue. Y se siente un no sé dónde fue, un no sé dónde pasó. Y me siento sin sentirme y sale lo que entiendo que siento así: no sé qué, no sé cuál, no sé cómo y, de hecho, no sé para qué. Pero pasa y qué.

Retruécanos con cara de aforismos o falta de oficio.


Es real la realeza o toda realeza es real? ¿Es la realidad Real? ¿Con erre mayúscula adjetivo de realeza?

los-que-menos-tienen tiene menos, que no la menor, probabilidad de encontrarse con otro que-tiene menos.

Y si fueran señalados los más y fueran los señaladores los menos. Será lo que es tal cual es ya...sin ser.

Lo que más allá se ve es lo que más acá se tiene. Lo que se tiene es todo aquello que al estar, se pierde.

Es esa inasible cosa obligándome a creer que existe la gente que no veo, no he visto y no veré.

En el campo de las ensaladas, doña Sujeta de tiempos inmemoriales ha sido ascendida a desconchifladora de cajas.

Ojalá tenga el tiempo en el futuro para retornarme a mi tiempo en el pasado.

He tenido cosa de la cosa pues cada cosa tiene su cosa. Cada cosa con su cosa y la cosa con la cosa de no tener la cosa.

Cuanto sucede, sucede que no sucede. Sólo pasa lo que al pasar sucede y no pasa.

El menor esfuerzo en este caso no necesariamente es mayor al del caso anterior.

Entre las cinco y la seis el frío de los ojos.

Lo que no hallo está y no lo veo o no está y no hay para ver. Se esconde siendo o no se esconde y no es. Pues ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.

El rostro de Fausto en las laderas del soplo, en el patio de polvo.

Con tendencia a existir y sin existencia objetiva. Esencialmente no sustancial. Algo que es esto y aquello y algo sin su aquello.

En búsqueda del penúltimo silencio.

En el sueño que presumen abanicos diáfanos. En la felicidad con forma de rostro blanco, de danza sin música.

Cuando las manos son puñales que sostienen el mundo y agitan las flores de la entrada. Sonrisas que desaparecen los ojos.

En el monte lejano halando fuerte la pita que saca el sol adormilado por las mañanas.

Con un sushi ciertamente más crudo. La soya y el tofu gratis con el combo. Yo brincando felices islas imaginarias para darle alcance.

Sentado. Tranquilo y feliz mirando una nube. Palillo a palillo. Por allá donde el sol cuando sale, sale.

Dando vueltas alrededor de un poste sin luz. Acabó de llover.

Pasando páginas que creí haber leído. Este volumen es prestado, creo. Del perro de la vecina, fijo.

Contando un mamotreto de papeles imaginarios amontonados en la celda de otro preso mayor. La llave: perdida. ¿Hay tal?

Con un pedazo de queso en la mano y el cuchillo para abrir el pan. Pero la sanduchera se dañó.

Según parece toca al timbre el perro de la vecina. Quizás quiera café.

Corriendo la cortina y al parecer aún llueve. Quizás baste dormir un poco más.

Mirando lustros, contando arroces. Presumiendo nubes escandinavas en un vaso de whisky.

Que caen las hojas y el café está caliente, que la luz se filtra, que las sonrisas cesan. Que despierto.

Mirando un dizque cuadrito de Miró (y él no miró) de soslayo.

Mirando un pan francés.

Con un pan anglosajón.

Más allá de la bruma y la extensa noche, más allá del ocaso y el infinito cielo; detrás del horizonte y debajo de cada hoja marchita; entre las lágrimas y el silencio se esconde el fin último que debemos perseguir, aquel sin tiempo ni presencia táctil, aquel sin trazas de melancolía, de agitación o de orgullo. Aquel que no tiene procedimientos, ni funciones delimitadas en hojas acumuladas entre el polvo o entre cuatro monedas de quinientos pesos y un billete de diez mil. Detrás del mundo y sus designios y los pasos perdidos y los dados y los futuros, después de cada lineamiento y protocolo, más allá de lo contable y lo histórico. Ahí está el fin último que debería, y quizás es, el primero.

En el carretero.

Las aguas.

Cuanto sé de ti es que de ti nada sé.
Todo lo ignoro.
Y eso llegaré también a olvidar.
Y serás sin haber sido.
Pertenecerás a la memoria en mi olvido.
A un ayer que viví y ya no está ni es ni fue.
Y que se ha ido.

T.O.

¿Do not let me be the last to know?
Yo decir prefiero:
El dolor, la nostalgia, el ayer lastimero.
Let me be the first to know.
The first who forgets.
If there's one first.
If there's one memory.
I am the last one.
But the one.
So, I am the first. The only one.
Nobody.
No one.

El silencio.

Pues sólo las letras llegan. Con cara, con ojos, con manos, con besos.

Letras que suponen una voz que no escucho. Que extraño.
Un vacío conocido pero vacío.

Cuando acá, en el inquietante hecho de las empresas, del trabajo por el trabajo, de las teclas y su tecleo, cuando acá destino a los días de ocho a cinco mi cara, mis ojos, mis manos, quizás un beso. Quizás un abrazo.

Por ahí andarás. Feliz. ¡Qué felicidad tu felicidad! Y yo acá, esperando que mi felicidad sea también la tuya.

Las olas que se mecen y acarician los cuerpos que se llevan la memoria al profundo misterio de las sirenas. A la arena que nadie pisa.

Al olvido de estos días.

El metálico de papel.

El día que pasa, el que transcurre, el que viene y el que ya se fue, es, fue y será día de no-hay-con-qué.

La parte.

Es ese indefinible algo, claro como el agua que se evapora, comprensible como el tiempo que sentimos perder, ahí, aquí, presente, del ayer y seguro que de mañana en la mañana cuando abra los ojos. Que hace parte de mi todo y no mi todo más una adicional parte.

Así es. ¿Y qué es? Tan sólo lo que es.

Lo que sí cambia como lo que no.

La economía, al parecer, cambia como cambia el ánimo de las personas en un año de vida.
No sabiendo cuándo es malo y trae algo bueno o bueno y que traiga algo malo o quizás bueno pero pecaminoso o bueno pero no, gracias; no tanto.
Pues no sabemos cuándo lo bueno es realmente bueno fuera de ese pudo-ser-mejor.
Ni cuándo lo malo es malo porque siempre pareciera que hay algo peor.
No se nos pida, así, saber cómo un bueno puede ser malo o, mucho menos, un malo resulte siendo un bueno.

La música de mi ayer

Ando de una nostalgia que no me cabe en las manos.
De un ayer que no viví.
Del ayer de mi ayer.
Del bolero y el tango, la cumbia, el porro.

Desgarrante sensualidad puritana.
Paso y paso, roce, coqueteo, galantería,
su mirada, su cortina oscura hecha de humo.

De eso que quizás creo es
y que quizás ni siquiera fue.

O fue y yo no soy.

Y no soy.

Noche y día y cielo y tierra

La noche dijo: soy la noche y el día. Día de vida oscura. Luz de sombra. Luz oscura.
En mí las sombras sueñan un día con sombra. Sombra del día. Día que sueña.

El día dijo: soy el día y soy la noche. Noche de azul celeste. Luna azulada. Luna celeste.
En mí la claridad sueña un sueño de vida. Vida sin sueño. Sueño que sueña.

La tierra dijo: soy madre y soy hija. Origen de vida y caminos. Camino de vida. Vida y camino.
En mí los hombres sueñan y viven vida y sueño. Vida del sueño. Sueño de vida.

El cielo dijo: soy hija y soy madre. Límite, universo e infinito. Infinito universo. Límite infinito.
En mí convergen la vida y su todo. Vida lo es todo. Los sueños son vida.

Noche y día. Cielo y tierra. Sueño de sueños. Vida de vidas.

Creamos lo que creemos.

Y si somos para hacer, para construir algo más complejo como hacen las células, las partículas con nosotros, ¿qué estaremos creando?, ¿qué estaremos conformando?

¿Somos acaso partículas de qué?

Completando lo que sale mal.

Si todo lo que ha de salir mal, sale mal; ¿sale mal aquello que dice que todo lo que ha de salir mal, sale mal? Sin embargo, lo que no puede salir mal sino que está ya muy mal, es que aquello que dice que todo lo que ha de salir mal, sale mal, no dice cuándo de todo lo que sale, sale mal. ¡Bah qué mal!

Eso

Las cosas son como son; al pan, pan y al vino, vino; lo que fue, fue; y dicho así, lo que es, es. Palabrejas que nos funcionan para referirnos tanto a algo malo como a algo bueno, tan viejas como ciertas y con sus respectivos equivalentes en todas las lenguas, dialectos, idiomas, épocas y culturas dentro del recóndito del promedio de su gente y que expresan esa sensación de certeza absoluta, del más profundo conocimiento juglar; es Eso lo que precisamente hace que creamos en una energía, digamos, divina (definida como energía porque intentamos abarcar un algo intangible desde siempre y para siempre).
Es la fe, si hay tal. Porque creer, en toda la probabilidad de la intensidad semántica de la definición de creer, es tener precisamente eso: tener fe. Creer es igual a tener fe.
Es la divinidad. O la divinidad de lo divino. Ese ver que nada hay más que el ver nuestro ahora. El ahora de cuando yo escribo, de cuando usted lee y el ahora de cada vez que lo lee y deja de ser leído. Su-mi-la realidad.
Pero no la realidad del filósofo o la del físico o la del aficionado a discutir sobre la realidad todo el tiempo, sino la realidad de la que hablan las personas cuando ven la televisión, o de la que se habla en las reuniones de personas de todos los niveles, ya sea que estén los anteriores en la paz, la ignorancia, la comodidad, la felicidad, la sabiduría, el orgullo o la guerra.
La igualdad, el que yo soy yo, el que nunca uno es igual a dos en las cosas tangibles y visibles por los ojos y no por las máquinas. Eso que es sólo Eso y que usted cuando está descifrando este texto, y que no es Eso, sabe qué es. Eso que sólo usted conoce y que jamás va a lograr expresar a nadie ni a nada ni siquiera a usted mismo.
Así pues, creemos, en una infinidad indefinible; creemos en algo que no sabemos qué es.
Y en nada más creemos con tanta intensidad. Que siempre ha estado y está y estará. Es esa nuestra mayor sensibilidad. Nuestra mayor sensación.
Nuestra fe es creer realmente en algo que no sabemos qué es en realidad pero que creemos, y quizá sea así, es la parte que infinita en el tiempo y el espacio hace el Todo, la realidad, el ahora y Eso.