La última


¿Por qué gritas? De hecho, ¿por qué no lo hago yo? Sólo veo arrancándote, desgarrando cada palmo de tu miedo, de ver ese cuerpecito ahí, sentado, que pudo suspirar una última vez. No hay nada más que quieras proteger, sólo tu propio ser que protege esas manitos que ahí adentro juegan a modular nuevas palabras. Quizás ignorando el cataclismo que pudo ser. Hay mucho más que hubiese podido ser. Una realidad fantasma en la que se acumulan todos esos teatros invisibles. Tus lágrimas son el grito del cemento. Las cuerdas tensas de tu garganta. Mi mutismo.