En segunda persona.


Aquello que soy yo cuando me puedo ver a mí mismo.
Ahí en dónde está mi yo cuando soy los ojos de un ser que mira mi cuerpo.
Separado de mi carne, juzgo el acero filoso sobre mis venas en un brazo que no me pertenece.
Ausente de esta escenografía en la que he estado siempre inmerso.
Acaricio a dos palmas mi espalda.
Pues es este yo el que toca mi piel y esta piel ajena que toco.
Me he puesto otros ojos y otro espejo.
Y con ellos un yo que elude los sonidos y las carnes que sostengo.
He visto cómo ver en otro rostro
y me he visto sentir en otras manos.
Toqué mi labios con otros labios
y me sentí besado por mí.
Converge en cada yo dos mundos
que se diluyen en un sistema.
En una estructura de sensaciones
a las que yo llamo yo.
Hubo un instante
en el que el reflejo de mí mismo
era alguien más.
Y la conciencia de mí ser no existía.
Hay un ahora que cree decidir el disparo
cuando eso otro que también me abarca
ya ha optado por disparar y a qué
y el porqué.
Eras tú quien poseía en ese entonces.
Eras tú quien sostenía el arma.
¿Fueron justo ahora tus labios?