De Mohr.
Pues básicamente: ser infeliz.
Eso mismo me preguntaría en ese otro estado: ¿qué se necesita para ser infeliz? La felicidad, supongo.
Pero ya dijo el hombre Hauer que para ser infeliz no se necesita nada.
Pero la nada necesita del todo. Es decir, a la felicidad para que sea la nada innecesaria de la infelicidad. Y así, la felicidad.
Me leo (y oigo con entonación y gestos) escribiendo, leyendo y oyendo, que equivocarse es lo correcto pero que es un error equivocarse.
Y esto bien puede ser un error.
Y un acierto.
Una mentira. O una confesión. Y ciertamente esto último: no lo es.
Porque puedo mentir y confesar. Mintiendo sobre una cosa y confesando sobre otra.
Como cuando me creo cierto. Como cuando me soy.
O cuando me niego.
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