Son-somos-soy. Hay una luz que camina y cruza los ríos y las selvas, los vientos del mundo invisible y del tangible Todo. Hay una luz que atraviesa polímeros, quizás espejos; que surge y anda por los vientos y que tiñe de existencia coloreada lo perdido, lo oculto, lo difuso, germen diluido, singularidad y semilla. Un origen. ¿Qué somos cuando la luz hacia nuestros surcos se dirige y corpúsculos y ondas de nosotros emerge? ¿A quiénes somos? Hay unos ojos, un sentido -quizás más-, que beben de esa agua iluminada, atando impresiones, conectando discursos sin principio ni fin a fin de cantar la canción del visible, del comprensible. En esa parcial sumatoria de pedazos, de tiempos, de modos, de estados; en el collage automático del relieve aleatorio en donde nos proyectamos; en esa automática sumatoria parcial, nos somos y, finalmente, somos. Son-somos-soy.
No somos, nos somos. Atraviesa las aguas, cruza los vidrios, hace mágicos los cristales, hace ciegos los murciélagos, difumina y renueva, narra el paso de las cuentas del ábaco, crea formas y geometrías, reconstruye. Nos construye para el futuro y nos fija en el pasado y nos olvida hoy. Al mismo andar, siempre anda, y va como nadie, en el afán de siempre ir de afán, cincelando el entorno de lo posible, tapizándose a sí misma con el martillo pesado del observador. Ella llega después y nosotros ahí en la existencia del no existir, en el existir de esperar a existir y haber estado y haber sido y ser y quizás no y quizás sí existir y siempre haber sido y ser y ser y beber de ese ser y morir en ese ser y existir -quizás existir-. Somos allá existir. Existir somos. No somos, nos somos.
Cuando son, somos mi soy. El yo que de último llega, yo que acá estoy. ¿Quién eres tú? ¿Qué eres tú? Existes en tu existencia, te narras en la mía, te construyo y renuevo y reconstruyo con los tejidos vivos de mis sales de plata viva. Te tejo, te bordeo y te bordo y te abrazo y te ensamblo, te abarco lo abarcable, en el hilo del tiempo te suspendo; a los malabares del vivo te arrojo y yo, en imperfecto balance, de puntillas sobre una puntilla y equilibrando las gotas pesadas de la tormenta, soplo luz que no produzco y tu ser te asigno. Y tú me asignas mi yo con el cuarzo divino que enfoca el alma mutante de lo que eres, de lo que somos, de lo que soy. Tú y cada tú que creas, tú y cada tú que percibe y a este yo y el yo ahí y el yo acá y el todo y el fin. Existen porque tú existes, existe porque tú existes y existo yo. Yo soy tu somos. Son mi somos y cuando somos, soy. Cuando son, somos mi soy.
Son. Están. Les veo. Les edifico -lo intento-. Les imagino. Les agradezco. Siempre son.
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