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No creo ya en la noche
ni el filo de su ausencia
No creo en el silencio
ni en las mentiras que oculta
Hoy que se pierden los caminos
en las alas de la muerte
en la angustia de quien cae
sin haber volado
en el miedo de quien ahuyenta
las heridas abiertas de la vida
las cicatrices visibles de la memoria
¡Hoy que se pierden los caminos!
Porque mi destino es el abismo
porque mi mañana es libre
como el eco de la lluvia
porque mi corazón es libre
como el eco de mis aullidos
entre salivas ficticias
entre sangres frías
le canto a la desdicha
entre murmullos de conocidos
le canto a la alegría
entre el veneno ausente
de las hojas secas
que ya me habitan
Me visto de ti: ¡me ausento de ti!
¿Qué será y quién serás
piel que aún no existe
voz que aún no suplica
ojos míos ojos tuyos
que nunca abren
que nunca ven?


Los de adelante

Cuando yo me muera y todos los que alguna vez conocí personalmente -y hasta virtualmente- mueran y mueran mis recuerdos y los recuerdos sobre mí, moriré entre las cuarenta mil generaciones que están detrás y las, diría yo, probables cuarenta mil que vendrán; si no son más. Hay algo que nos empuja todos los días a seguir por donde siguen los que se despiertan y a parar en donde paran los que duermen. Así, sin más, entre respiros, hasta un buen día, sólo porque sí, sólo porque así pasa, sólo porque no queda más, ya no ir, ya no andar, ni respirar.

*

El saludo de puñito ciertamente ha sido un gran avance para la humanidad.

De eleves

Hoy me enojé con los ascensores porque aparentemente ninguno funcionaba y estaba yo, ahí de pie en el piso 10, espere y espere definiendo si me iba a tocar bajar por las gradas todos esos pisos para luego tener que subir por las gradas y contra la gravedad todos esos 10 pisos, cuando me di cuenta que se me había olvidado apretar el botón y que la tecnología no había evolucionado tanto como para adivinarme el pensamiento. Lamenté no vivir en ese futuro y me disculpé con los ascensores. Ellos no tienen la culpa. Es un edificio viejo. 

ouh8yt

El cuerpo que ya no camina
El cansancio que todo inunda
Una lágrima que nunca seca
Un abismo del pecho que grita
por entre las rendijas
de quien olvidar no olvida
a quien su cuerpo le traiciona
a quien su espíritu le decepciona
a rastras por el río de la vida
oscura e impoluta
veneno que habita
¡en las aguas absolutas!
Vive en la vida
el cuerpo muerto de la dicha