Cuánto nos atrapa el peso de los ojos. Una sombra que invade la vida, un artificio que elimina de un tajo el paraíso y sus ríos de agua clara. Cuánto nos atrapa el acoso de los sueños. Un teatro que no elegimos, una audiencia vacía y tonta que no escucha y siempre olvida. Cuánto nos atrapa la voz inerte de los de al lado: que nadie son, que nada son, que nunca están. Hay ruidos filtrándose por las rendijas de las puertas. Son gritos o suspiros. Sobre todo silencios. Y soledad, sobre todo soledad.
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