Estuvo la aurora, estuvo
Fue la sonrisa, fue
O la lágrima
que ya no habita
los surcos de la carne
Una rendija
al pasado que se queda
Telas que cubren los ríos
y las rocas
Susurros de cada cielo
que gobierna impávido
las casas vacías,
las casas sombra
Baldosas rojas
de un barrio triste y antiguo
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Cuántos filos tiene el silencio
Cuántos abismos
en la estructura de las gargantas
Los dedos y sus heridas
La ausencia de quien ahí está
Que se diluye
Que se esfuma
Evaporando el día feliz
Asfixiando los mañanas
en el afán del control
en el licor del poder
y la soga, la vieja soga
que conecta los mares
los miedos y el hambre
que acosa los gusanos
del oro,
que empaña la clarividencia
de los espejos
hoy sin vida
sin muerte
sin sentido
Cuántos abismos
en la estructura de las gargantas
Los dedos y sus heridas
La ausencia de quien ahí está
Que se diluye
Que se esfuma
Evaporando el día feliz
Asfixiando los mañanas
en el afán del control
en el licor del poder
y la soga, la vieja soga
que conecta los mares
los miedos y el hambre
que acosa los gusanos
del oro,
que empaña la clarividencia
de los espejos
hoy sin vida
sin muerte
sin sentido
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Mal
Un mal
Una ruta de quien pierde
Una grieta de quien calla
El auxilio de la angustia
Un final
¿Quiénes somos
sino el relato
de nuestras elecciones?
¿Quiénes somos
sino la sangre
de cada paso fallido?
Nada hay en el horizonte,
quizás dolor
Hubo otra salida
que ya no será,
que nos sopló
su feliz augurio
al sordo momento
de nuestra mentira
que es vivir sin vivir
Ilusión
de la moneda fresca
y del partir
Humildad
por las lágrimas
venideras y vacías
Humildad.
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Hay un ataque en el silencio
Un arma en la ausencia
Una muerte en el vacío
Callan las armas
cuando disparan
Cuando no disparan
esperan
y su discurso
callan.
Cuántas penas
en la pregunta
sin respuesta
Cuántas lágrimas
en el cuerpo perdido
en la última página
borrosa o perdida
de lo que no acabó
como este puente
que ya no existe
y existe
que ya se rompe
y existe
que está y es
y que en tu boca
cerrada
infinita
murió
Un arma en la ausencia
Una muerte en el vacío
Callan las armas
cuando disparan
Cuando no disparan
esperan
y su discurso
callan.
Cuántas penas
en la pregunta
sin respuesta
Cuántas lágrimas
en el cuerpo perdido
en la última página
borrosa o perdida
de lo que no acabó
como este puente
que ya no existe
y existe
que ya se rompe
y existe
que está y es
y que en tu boca
cerrada
infinita
murió
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Hay una oscuridad
donde todo se aloja
Secas las hojas
del tiempo
Seco el río de la vida
que surge en la tundra
que levanta su camino
en las rocas de la historia
sin voz ni letra
sin aullido
Parte la sangre fría
al abrigo universal
de la nada
final aurora
amanecer
del olvido
donde todo se aloja
Secas las hojas
del tiempo
Seco el río de la vida
que surge en la tundra
que levanta su camino
en las rocas de la historia
sin voz ni letra
sin aullido
Parte la sangre fría
al abrigo universal
de la nada
final aurora
amanecer
del olvido
Tú-yo rechazo
En Colombia, además del injusto racismo en contra de los afro, tenemos una larga lista de fobias: rolo-fobia, paisa-fobia, costeño-fobia, venezolano-fobia (xenofobia), pobre-fobia (aporofobia) y homofobia. ¿Me faltan más fobias? Seguro que sí. Tenemos discriminación contra las mujeres en su extensa definición, contra los indígenas, contra cualquiera que no cuadre con la calificación de blanco. Discriminación por peso, por estatura, por belleza, por nivel educativo, por ser del campo, por tipo de ropa, por tipo de trabajo, por aspecto. ¿Me faltan más discriminaciones? Seguro que sí. Y ahí conviven todos estos rechazos, entremezclados los unos con los otros, las otras con las unas, en una masa enorme donde nadie está lo suficientemente bien sino sólo aquellxs que señalan, así sean ellxs también señaladxs y sistemáticamente rechazadxs. No es sólo por allá. Nos falta mucho, nos falta por el cuerpo propio empezar. Nos falta todo.
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