Miro atrás y son 36 los que hoy cuento,
¿qué he sido que acaso no he debido?
¿voy al precipicio ciego y a paso lento?
¿soy de lo que ya fue, un frío olvido?
No lo sé. No lo sabré. Soy vacío infinito.
Al que le urgen la sangre de estos versos
y quien en dirección hacia lo marchito
tasa del tiempo el registro de sus pesos.
Miro hacia al frente y soy estos 36 años,
sonrío al río tibio en el que me he bañado,
y me reconozco fluido: ¡descubro el engaño!
que no soy el juez, tampoco el magistrado.
Ni soy el reo infeliz ni el triste condenado.
Sí me he tropezado en muchos peldaños,
sí he sido mil veces el perezoso y el taimado,
sí he sido tacaño, huraño y ¡he hecho daño!
Pero también amo, y ahí no hay ningún delito,
y creo que en par cosas llegaré a ser un teso,
así en las otras pueda hacer sólo unos pinitos,
¡saldré vivo y completo, sonriente e ileso!
Prenderé las alarmas y estaré firme y atento,
y lo que no fue, de eso ya mismo me despido,
que no seré corpulento pero sí estoy contento,
del amor de quien me ama, del calor de su nido.
Soy ahora mismo este 36 y también no lo soy,
en un instante lo seré, un momento de hoy,
luego avanzaré a lo que viene: ¡ya voy!
Pues nado en el tiempo y lo que sí sé, lo doy.
¿Qué es este 36 que se amontona?
¿Más guayabos, menos neuronas?
Quizás. Mejor dicho; de hecho, sí.
También el descanso, otro frenesí.
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