Quien se va corriendo arrastra consigo el peso del polvo que se levanta. Se lleva todas las sombras insolubles. Todos los ahogados en los mares. Su propio pasado.
¡Qué será! ¡Qué será!
Las amenazas volverán. Volverán las amenazas con las tormentas y arroyuelos: como las ilusiones.
Amontonadas. Apeñuscadas.
Y una vez elevándose en los aires, sólo darán, como dieron, paso a la frustración porque no hay mar menos manso y grato que el desprecio.
No hay más, se ha dicho, que este horizonte difuso. Espejo del hoy que ya se va. Del que ya se fue. ¿Dónde está la algarabía esperada? ¿El vuelo ágil? ¿La espalda que antes soportaba los cielos, ahora libre? La primera sonrisa es de aquél que llega a su destino como de quien, de él escapando y de su designio, escapa. Cuánto se diferencian nuestros antojos de los racimos que finalmente sostenemos y comemos.
Este hoy no era Hoy.
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