Sé que veré. Sé que mis ojos se posarán sobre tus pupilas. En algún momento en que la respiración se nos agote y podamos sonreir al misterio y a la incertidumbre. Hoy te veo. Deslizándote en las habitaciones vacías sin mí. Vacías de ti en todos los rostros, en todos los rasgos y las paredes. En todo el cemento que parece perderse en los buses. Visto, visto todas las aguas de rocío. Todos los cielos de azul: celeste. Celeste será este cuarto apenas pueda verte.
Cómo pasan las aguas por los ríos, cómo pasa el viento entre las laderas, cómo pasa el tiempo por esta lengua que describe su sed. Que se sumerge en una canción con guitarras. Un solo asolas. Una voz para todas las aves que vuelan las riveras llenas de perlas, todas las arenas que pisas, todas las huellas. Ricas son las costas de tus sueños.
De los sueños, cuando te sueño conmigo.
Pues todo ha llegado en las hojas que empujas, en esas piedrecillas rodantes de los caminos de polvo. Ha llegado lo que he pedido. A mi lado. Conmigo.
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