Ya se fue. El río que se agita, ya se fue. Vuelve la luz que se posa en las lagunas. La brisa y sus silbidos de cuna. Huele a tierra húmeda todo el campo de este sueño bendito en donde estoy yo.
Y en donde estás tú.
Me callo y te escucho. Te sueño empedrando aceitunas y espinacas. Raspando arroces y plátanos. Festejando arepas y racimos.
Me callo y te veo. Te sigo entre murmullos y guiños. Entre pasos nocturnos y jugos que se beben y papas que se mastican.
Ahí. Adonde hemos llegado, llegaremos cuando volvamos: a este tiempo sin tiempo de donde ojalá nunca nos vayamos.
Son los mundos pequeñas canicas. Son los colores y las ollas y los vinos y todas las cervezas.
Es tu pedazo de humanidad enredado entre las cobijas. En mi pequeñez enroscada sobre tus costillas.
Toda esta noche. Y la mañana de mañana. Clara, como tu sonrisa.
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