Anoche.


Todo estuvo sentado. Las risas nos invadieron por horas mientras la banda tocaba. Cerveza que siempre anima las noches calladas. Amigos y desconocidos. Yo era nuevo. Me encuentro nuevo y te lo pregunté de nuevo. Cambiamos de sitio, caminamos. Nos miramos. Nos sonreímos. Y cuando todo pasa, nada queda más que decir adiós. Y como todo había pasado ya, no quedaba entonces más que me dijeras adiós.

Lo pensé un poco pero hablaba la botella y no la boca. Temor le tengo a la marea, al piso resbaloso y al mareo. Me dije: sí, quizás. Pero cruzaste hacia la izquierda y levantaste de entre la nieve tu bicicleta. Y fue claro. Continué caminando por entre los adoquines. Y no quedó nada más que decir adiós.

Hoy se hace claro el frío y abren las razones las cobijas. Cosas de botellas, me río. Me regreso de donde no me fui. Y todo sigue entre nosotros igual.

De nuevo me escribo escribiéndote. Y como veo que hierve el agua, te digo adiós.

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