Podría contar uno a uno los días desde que me dejaste. Desde que me dijiste aquel no, ya no más, ya no quiero estar contigo. No sé, algo me pasa.
¡Claro, te pasa que ya no quieres estar conmigo! Perdóname, pero estoy confundido. Creo que debo pensar.
¿Pensar qué? ¿Pensar la confusión?
Creo que debo definir qué quiero.
¡Pero es que ya no me quieres! ¡Qué hay para definir!
Creo que me tengo que ir.
¡Pues vete! No te vayas. Quédate. Me arrodillo si quieres. ¿Lo hago? No me dejes…
Sí, podría ir día tras día de lágrimas y vigilias eternas. Recorrer palmo a palmo esta historia de novela vieja sin final feliz. Caminar por el contorno de nuestros paseos y nuestras caminatas, aspirar el olor de las comidas y tus desayunos, sentir tu cuerpo trémulo en las noches cuando yo dormía y tú no me querías dormido y aparecían manos múltiples como animalitos curiosos y al acecho.
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