Things to do o cosas que se hacen cuando se hacen cosas


¿Qué cuentan las montañas? ¿Qué nos esconden? ¿A quiénes protegen, a quiénes limitan y a quiénes definen?

Allá en donde reposa lo verde y en donde caminan las aguas. Acá mismo: ¡ya mismo! entre gigantes rocas de cordillera, se arrincona acostada, pequeña-enorme, callada-silenciosa, la ciudad. Esta ciudad. Bogotá.

La que a diversos ritmos vive -que en diversos tonos habla-. ¡Y que a ritmos diversos debe vivirse y en todos los tonos escucharse!

¿Quiénes eres entre todo lo que eres?

¿Qué eres ciudad que va y sobre la que surmegidxs vamos?

Y vamos. A pie vamos, de la esquina donde almuerza la dicha a la casa en donde duerme la ansiedad, del sur infinito al infinito norte, de cumbres orientales a aeropuertos occidentales. Y vamos. En bus vamos, en auto vamos, en moto vamos, cruzando las avenidas rotas atestadas de lo por haber -sobre todo- y de lo habido -siempre-, y gente que corre y camina y se atraviesa y grita y perros de nadie y perros de alguien y palomas, muchas palomas, todas. Y vamos. En bicicleta también vamos -en bicicleta usualmente voy- saltando y esquivando, frenando y respirando -y tosiendo-, porque este aire de la-Bogotá pesa como el humo, acosa como una marejada de mosquitos invisibles que flotan traslúcidos por las calles y las carreras, las diagonales y las avenidas, fluyendo las esquinas, contando-midiendo-determinando, en sus ires de carbono y sus venires oxigenados, ocho millones de espíritus, ocho millones de alguien, ocho millones de equis y yes y zetas. "Claro que yes". O quizás nueve o quizás cincuenta. En ir-vamos tras las miles de calles solitarias en donde se adormece la tarde, en donde madruga el sol y en donde anochece la luna.

También llueve. Llueve a cántaros como meteoritos del fin del mundo y llueve a goticas como atomizador de peluquería. Y hace sol, hace un sol que parece el láser de los ojos de Superman. Otro sol que se filtra a través de una cobija tres tigres de nubes que nunca se van o que nunca parecen irse. Pero se van. Se van y vuelven como llegan-idos los viernes y van -llegados los lunes. Las nubes siempre se van -para volver–. Y quizás sea "del mismo modo, en el sentido contrario" porque vuelven para irse según quién, según el qué, según para qué o según por qué. ¡O en todos los sentidos! (En ninguno)

Yo siento las luces.

Hay luces intermedias y grises, naturales y artificiales, las que titilan y las que acosan, las que se mueven y las que ahí se mueren, en una sincronía asincrónica, donde todo combina porque nada combina, diversa y desagregada, usualmente fría. Y hay luces oscuras y oscuridades claras, con murmullos y ausencias, en un vaivén de microsegundos donde parece que todo se vive y se revive en cada esquina y en cada encuentro.

En Bogotá parece que se vive todo y que todos viven su vida y sus distancias, y sus historias y recuerdos, en una marejada de dimensiones y de geografías. En este cemento de vieja modernidad, de ladrillo histórico, de humedales eternos, y páramos donde soplan las aguas que bebemos y montañas, muchas montañas, todas, hace frío. Hace -parece- todo el frío del vacío en el universo. Y se buscan las cobijas, los gorros y los guantes, el cacao hirviente y la caña hirviente, el agua -¿ardiente?- para que se inunden de manzanilla las aromáticas en los rincones, de café las rendijas, de humedad el humedal, de sequedad el letargo del insomne y la letanía del orador. Una ciudad que se disfraza como máquina perpetua en donde parece que retorna el tiempo y en donde parece que todo aparece y desaparece. Como hoy que aparezco en estas letras sobre pixeles y como ya que desaparezco en estas nostalgias de haber aquí llegado y de haber partido sin nunca irme.

La Bogotá de los recuerdos y de los recuerdos en fotos. A esa voy: sin nunca irme.
-----------
Texto para Gabriel Rojas, Fotolibro: Things to do

De ofertas

Ayer caminando por el centro se me acercaron y gritando me ofrecieron: ¡habitaciones, amanecidas, mensualidades! 
No sé exactamente qué es lo que es y si debí decir que sí. 

jfkqo38

Se alarga la noche
Se extiende el silencio
Habitan oscuras
las habitaciones
de tu noche 
de la austera noche 
que aún te gobierna 
y que aún te olvida 
Se callan 
los aullidos del cemento 
Se diluyen los pasos 
del rostro perdido 
Cada destello ahoga 
lo que su dolor no grita 
Cada destello grita 
lo que su dolor no ahoga 
Está la luz 
que al afuera viste
y el humo 
que al afuera miente 
Está el relámpago 
del ciego que suspira 
y está la vida 
del que ya duerme 
su destino de espejos
y la inmediatez 
de su muerte 

De los no

En migración del aeropuerto nos piden que, por favor, en la medida de lo posible, no usemos el celular ni tomemos fotos ni fumemos ni tiremos un balazo. Menos mal.

-lm

Callas
En un silencio huyes
Con tus ojos hablas
En una mirada gritas
aquello que ocultas
aquello que evitas
y que te inunda
como la piel herida
que cada día vistes
Un día serás libre
Ojalá hoy
Ojalá mañana
Que el teatro de tu sonrisa
que el espejo de tu mentira
no envenene la sangre tibia
con la que aún quieres
y a quien querer quieres
No te escondas entre tantos
No te escondas
Que esperan los que te escuchan
Que aguardan los que te protegen
en el regazo sincero y eterno
de quien te quiere por lo que eres
de quien quiere que seas
lo querer quieres
Pues un día serás libre
Ojalá ya
Ojalá hoy
Siempre mañana

La rotura

Pensar que empecé en la salud pública por allá en el 2007 rompiendo condones.
Era realmente una máquina de laboratorio y no yo directamente, pero es mejor contar sólo la primera parte de la anécdota.