Quien se preocupa.


Lo miraba entre ojos mientras él hablaba por teléfono con su familia. Se escuchaba de fondo ¡aló! ¡mamá! y sólo podía suspirar apenas entrecortádamente y tomar agua con el dolor en la garganta por ese puño de pensamientos que le aprisionaban las amígdalas y lo dejaban respirando a medias. "Hoy, no sé, hoy otra vez me invade ese miedo por él. Ese susto porque un día tome un taxi y se vaya entre golpes y amenazas a los rincones perdidos de colinas verdes y casas de madera en donde sólo la desolación aguarda y las ganas de gritar agarrándose la cara y llorar la indignación de la desgracia y la pérdida de toda fortuna. ¿Qué es más de temer que evidenciar cuán frágiles somos, cuánto daño nos pueden hacer, cuánto pueden herirnos? Lo escucho de fondo reírse sin saber todo lo que puede pasarle y sin saber que yo no puedo hacer nada ni advertirle ni protergerle. Que su cuerpo es dueño de ese río que lleva a quién sabe dónde y con quién sabe quién. A un desierto infinito en donde el calor deshidrata todos los sueños e inunda de arena todas las fosas nasales. ¿Qué habré de decir si un día pasa todo esto que me aterroriza a la ropa que dejó, al café que quedó sin preparar, a las puertas que no cerró? ¿Qué habré de decir los días en que no pase y en los que yo me ahogo de pánico y certeza?"

Del azar.


La felicidad de ahora se empaña mañana con la filosa hacha de la incertidumbre.
Con el pedregoso camino nublado y perdido que parece de oro o podredumbre.
Empuja empero el miedo al vacío de toda esta desconocida muchedumbre.
Que sin saberlo es presa inevitable del afán del futuro. Inocua servidumbre.
Dejándonos así el cansancio, el hambre y la lejanísima visión de la cumbre.

Es que son todos los destinos hijos expulsados de un padre impreciso y aleatorio.
Pues la tarea es ya vivir y nada saber y nunca adivinar en un mandato obligatorio.
Dormir y despertar en la sensación perpetua de reposar en un reformatorio.
Pidiendo, a quien creemos nos escucha, heridos de rodillas en el reclinatorio.
Todo ondula, es ambulatorio. Sólo resta la única verdad: y es el crematorio.

Cierto es que es esa sola la única llamada de sonido claro y la única final certeza.
Y nos resumiremos un día en la memoria de pocas alegrías y de muchas tristezas.
Quitando de nosotros, con uñas cortas, rostros caídos y resistentes cortezas.
Así pues no hay pobre que a la nada no tema ni sirve ser de púrpura Alteza.
Todo puede cambiar de repente y la zeta no va más aquí y viene la sorpresa.

Es mi amigo invisible: el azar
el que callado todo llega a tazar.

9.


Hoy, en este uno de este dos en el 2012, ha llegado el nueve. 29.
Es ahora la mitad del día y afuera el sol en Bogotá ya alumbra.
No hay lágrima que caiga ni la luz del alma se ha hecho penumbra.
El río es claro y es el tiempo, que corre a toda, un suspiro breve.

Ah veo de reojo un pelo menos en esta cabeza de poco relieve,
una arruga invisible que entre cortinas pronto hará su entrada.
Ahora quieren aflorar barrigas derretidas por tanta cucharada,
porque casi llegan los tiempos de la fiesta corta y el licor leve.

Habrá que correr un poco más. Sudar bajo el cielo mientras llueve.
O quizás entre hierros suspirar y aspirar y hacer de todo un vegetal.
Que ya la sombra de la queja constante y la llamada final y letal,
viene fría y cercana a mi encuentro como una tormenta de nieve.

Pero me queda la alegría y soy feliz en esta barca que me mueve.
He aprendido un poco a mejor caminar liberando algo de la carga.
Y con lo que amo y me ama jamás habrá adelante agua amarga
pues no hay número infeliz ni nada duele en este mi año veintinueve.