Quien se preocupa.
Del azar.
Con el pedregoso camino nublado y perdido que parece de oro o podredumbre.
Empuja empero el miedo al vacío de toda esta desconocida muchedumbre.
Que sin saberlo es presa inevitable del afán del futuro. Inocua servidumbre.
Dejándonos así el cansancio, el hambre y la lejanísima visión de la cumbre.
Es que son todos los destinos hijos expulsados de un padre impreciso y aleatorio.
Pues la tarea es ya vivir y nada saber y nunca adivinar en un mandato obligatorio.
Dormir y despertar en la sensación perpetua de reposar en un reformatorio.
Pidiendo, a quien creemos nos escucha, heridos de rodillas en el reclinatorio.
Todo ondula, es ambulatorio. Sólo resta la única verdad: y es el crematorio.
Cierto es que es esa sola la única llamada de sonido claro y la única final certeza.
Y nos resumiremos un día en la memoria de pocas alegrías y de muchas tristezas.
Quitando de nosotros, con uñas cortas, rostros caídos y resistentes cortezas.
Así pues no hay pobre que a la nada no tema ni sirve ser de púrpura Alteza.
Todo puede cambiar de repente y la zeta no va más aquí y viene la sorpresa.
Es mi amigo invisible: el azar
el que callado todo llega a tazar.
9.
Es ahora la mitad del día y afuera el sol en Bogotá ya alumbra.
No hay lágrima que caiga ni la luz del alma se ha hecho penumbra.
El río es claro y es el tiempo, que corre a toda, un suspiro breve.
Ah veo de reojo un pelo menos en esta cabeza de poco relieve,
una arruga invisible que entre cortinas pronto hará su entrada.
Ahora quieren aflorar barrigas derretidas por tanta cucharada,
porque casi llegan los tiempos de la fiesta corta y el licor leve.
Habrá que correr un poco más. Sudar bajo el cielo mientras llueve.
O quizás entre hierros suspirar y aspirar y hacer de todo un vegetal.
Que ya la sombra de la queja constante y la llamada final y letal,
viene fría y cercana a mi encuentro como una tormenta de nieve.
Pero me queda la alegría y soy feliz en esta barca que me mueve.
He aprendido un poco a mejor caminar liberando algo de la carga.
Y con lo que amo y me ama jamás habrá adelante agua amarga
pues no hay número infeliz ni nada duele en este mi año veintinueve.
He aprendido un poco a mejor caminar liberando algo de la carga.
Y con lo que amo y me ama jamás habrá adelante agua amarga
pues no hay número infeliz ni nada duele en este mi año veintinueve.
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