Hoy pensé con más detalle la pinta, el outfit, la facha. Miré con detalle: la horma, el fit, una vueltica así en el espejo, una vueltica asá. Chaqueta correcta, el statement piece -que llaman-, la pieza llamativa, pues, como le llamaría yo. La' gafa' negra', la maleta en color complementario. Cuadraba todo para el clima, para el día y para la hora. Listo el pollo. Listo yo cual pollo listo. Salí y, sí, me sentí observado, detenido, juzgado, evaluado. Qué sensación, carambas. Qué sensaciozota. Así se sentirán las estrellas, pensé. Yo como la estrella de papel fosforecente que tengo pegada en la parte de atrás de la puerta de la habitación que hace de estudio, claro. Pero estrella, sin embargo. Y estuve por ahí y por allá toda la tarde faroleando porque había que hacer visibles vueltas de las burocracias de la vida y porque había que inventarse vueltas para cumplir con la burocracia fashion de la vida de clase media. Y cuando ya era justo dejar de iluminar la calle, y contento y satisfecho de haber mirado tantas miradas, y tantos rostros que me habían mirado de arriba a abajo y de abajo a abajo, decidí regresar y mirarme, por última vez, frente al espejo de la verdá de cuerpo entero. Y de pie y con orgullo, aún a oscuras, posudo, posando posudo, pensando en las poses posudas, prendí la luz. En un parpadeo se hizo todo claro. Lo estaba, lo había estado, probablemente desde el segundo uno hasta el segundo oportuno, el segundo final. Se hizo entonces evidente lo evidente. Un hecho lo hecho.: tenía el cierre abajo. Y en silencio, bajo mi abajo, me quedé sin saber si seguía siendo estrella de papel, si alcanzaba a ser una estrella fundida de árbol de navidad olvidado o si apenas daba para bombilla vieja de mesa de noche y sólo me quedaban los sueños de alfombra roja empolvada entre los recovecos; y si el mejor cierre de la vida sin cierre, era vestir para siempre la pijama de siempre que a la calle atestada nunca invita y que, al menos la mía, no carga el peso de un final con cierre.
28 de mayo de 2025
26 de mayo de 2025
Llora el mundo
Llora el mundo
Lloran los mundos
de los rostros conocidos
Lloran sus vidas y sus silencios
Se ahogan sus vacíos
en horizontes que ya no existen
en palabras que ya no se dicen
en viajes rotos que no se harán
¡Hace frío en la vida!
Hace ausencia de vida
y los pies descalzos y heridos
sólo saben andar
en dirección a la Nada
(sin dirección)
siempre a la espera infinita
en una felicidad-dicha diluida
que a todos olvida
y que hoy me recuerda
y que mañana me olvida
Lloran las caras desconocidas
Lloran todas, todas lloran
tras sus máscaras de rutina
tras su amor que es sólo duda
tras el delirio de ser en el vacío
y nunca llegar al camino
o ser el camino que no acaba
La roca que se desliza
El agua marchita
Sin alas el ave alada
Llora conmigo
Llora hoy y mañana conmigo
que sé que también sin mí lloras
Lágrimas un día saladas
Gotas secas y heladas
Lloran los mundos
de los rostros conocidos
Lloran sus vidas y sus silencios
Se ahogan sus vacíos
en horizontes que ya no existen
en palabras que ya no se dicen
en viajes rotos que no se harán
¡Hace frío en la vida!
Hace ausencia de vida
y los pies descalzos y heridos
sólo saben andar
en dirección a la Nada
(sin dirección)
siempre a la espera infinita
en una felicidad-dicha diluida
que a todos olvida
y que hoy me recuerda
y que mañana me olvida
Lloran las caras desconocidas
Lloran todas, todas lloran
tras sus máscaras de rutina
tras su amor que es sólo duda
tras el delirio de ser en el vacío
y nunca llegar al camino
o ser el camino que no acaba
La roca que se desliza
El agua marchita
Sin alas el ave alada
Llora conmigo
Llora hoy y mañana conmigo
que sé que también sin mí lloras
Lágrimas un día saladas
Gotas secas y heladas
20 de mayo de 2025
Sábado de pasado
Cuando estábamos saliendo de la pandemia, muchas de las historias giraban en torno a experiencias de, digamos, supervivencia. Personas que duraron mucho tiempo encerradas, recuerdos de las filas en los súpermercados, los trapos sucios en el piso que eran -dizque- protocolos de bioseguridad, las bañadas de spray con alcohol al subirse en carros y en las entradas de muchos lugaras y, así, actos de defensa y expresiones de paranoia que todos ejercimos en los más y en los menos.
Un día, ya en el 2021, pedí un servicio de taxi para un trayecto largo, o corto, pero re-largo gracias al hermoso tráfico bogotano. Como uno (yo-siempre) resulta fácilmente hablando con los conductores, llegamos a los temas de la vida y de los demonios, del clima, de que antes hacía frío y ahora calor, de las deudas y de qué caro que está hoy todo y, por supuesto, de la pandemia.
De todo un poquito: cual miscelánea.
En esas, un poco medio de la nada, me empezó a contar el conductor que el sábado de esa semana tenía su boda: la ceremonia, la fiesta, la gente, el combo completo.
Yo, consciente -maso- de semejante acontecimiento, le felicité y le dije que qué maravilloso y que le deseaba lo mejor a él y a su pareja y que tales y que pascuales. Esas cosas que se dicen, tanto porque así -medio- se sienten, pero también porque así -medio- toca. Ya se imaginarán.
Yo andaba en mi felicidad perfomática de celebrarle su próxima celebración cuando él, en un sablazo, me dice: "no sé qué hacer".
Un silencio necesario para procesar la frase me atrapó. Me sentía la señora del meme haciendo cálculos.
¿Cómo así que "no sé qué hacer"?
Le pregunté que por qué y, en un suspiro profundo, me narró con desgarro que el encierro de la pandemia con su futura esposa, le había mostrado a él -y a ella-, que realmente no se entendían como pareja. Me contó que la convivencia había sido terrible durante esos meses y que les había mostrado a ambos el lado B del otrx, el de las canciones malas malísimas, y que ninguno -después de charlas y reflexiones- quería casarse realmente, que lo hacían porque habían invitado hasta al perro vigilante del vigilante del centro comercial del otro lado de la ciudad. Medio mundo de su mundo. Y que sí, que era era seguro que ese perro iba a ir: de gala. Que los papás de ambos ya estaban en Bogotá, que los amigues de ambos ya estaban en Bogotá, que tenían la comida lista, el DJ listo, lista la lista del DJ, todo listisísimo: trago, vestidos, votos, sacerdote, comedores, manteles, "recuerdo de mi matrimonio"s, hoteles reservados; y un todo retodero muy extenso de años de planeación y de felicidad cortados a tajadas por la experiencia pandémica de una convivencia forzada y reveladora.
"¿Qué hago?" Me preguntó.
Yo seguía siendo la señora del meme haciendo cálculos de análisis funcional, topología y geometría algebraica, sin saber qué aconsejar en una situación tan complicada y en una carrera que estaba cerca de terminar.
"Ya no la quiero. Ella tampoco a mí"
"¿Qué hago?"
Luego me contó que habían decidido irse a la luna de miel planeada hasta en los pétalos de rosas de la cama, para intentar re-intentar. Para ver si era posible un encuentro mágico que los llevara a la vida pre-pandemia. Un viaje fijado en el futuro para irse al pasado. Una construcción en retrospectiva.
Cuando pensaba responderle y decirle que realmente no podía aconsejarle y que intentaba entender su frustración ante una situación tan complicada y surreal (también para mí), llegamos a mi destino.
No pude decir mucho, realmente. Sólo estuve escuchando todo el tiempo. Con atención y desatento flotando en la reflexión de qué hacer y decir.
En el punto final, el-él paró el carro y me dijo: "llegamos. Deseéme lo mejor"
Así se lo deseé. Pero, acaso, ¿qué es-era lo mejor?
¿Cómo sabemos semejante cosa, si es que podemos saberlo, o bien decidimos definir qué lo es o no lo es para liberarnos del peso de que no lo sea o de que sí lo sea?
¿Dónde estará él y su entonces-pareja? ¿Cómo habrá sido para ellos ese sábado futuro y ese mañana de pasado perdido?
Qué difícil que es el-hacer cuando las decisiones parecen ya tomadas, fijas, inevitables, como condenas, y el futuro no está blanco y por escribir, sino que se nos presenta pesado, como la tierra misma en un océano de duda. Muerto y vivo. Frío. Como una cárcel vacía habitada para siempre por la duda de lo que pudo ser.
Un día, ya en el 2021, pedí un servicio de taxi para un trayecto largo, o corto, pero re-largo gracias al hermoso tráfico bogotano. Como uno (yo-siempre) resulta fácilmente hablando con los conductores, llegamos a los temas de la vida y de los demonios, del clima, de que antes hacía frío y ahora calor, de las deudas y de qué caro que está hoy todo y, por supuesto, de la pandemia.
De todo un poquito: cual miscelánea.
En esas, un poco medio de la nada, me empezó a contar el conductor que el sábado de esa semana tenía su boda: la ceremonia, la fiesta, la gente, el combo completo.
Yo, consciente -maso- de semejante acontecimiento, le felicité y le dije que qué maravilloso y que le deseaba lo mejor a él y a su pareja y que tales y que pascuales. Esas cosas que se dicen, tanto porque así -medio- se sienten, pero también porque así -medio- toca. Ya se imaginarán.
Yo andaba en mi felicidad perfomática de celebrarle su próxima celebración cuando él, en un sablazo, me dice: "no sé qué hacer".
Un silencio necesario para procesar la frase me atrapó. Me sentía la señora del meme haciendo cálculos.
¿Cómo así que "no sé qué hacer"?
Le pregunté que por qué y, en un suspiro profundo, me narró con desgarro que el encierro de la pandemia con su futura esposa, le había mostrado a él -y a ella-, que realmente no se entendían como pareja. Me contó que la convivencia había sido terrible durante esos meses y que les había mostrado a ambos el lado B del otrx, el de las canciones malas malísimas, y que ninguno -después de charlas y reflexiones- quería casarse realmente, que lo hacían porque habían invitado hasta al perro vigilante del vigilante del centro comercial del otro lado de la ciudad. Medio mundo de su mundo. Y que sí, que era era seguro que ese perro iba a ir: de gala. Que los papás de ambos ya estaban en Bogotá, que los amigues de ambos ya estaban en Bogotá, que tenían la comida lista, el DJ listo, lista la lista del DJ, todo listisísimo: trago, vestidos, votos, sacerdote, comedores, manteles, "recuerdo de mi matrimonio"s, hoteles reservados; y un todo retodero muy extenso de años de planeación y de felicidad cortados a tajadas por la experiencia pandémica de una convivencia forzada y reveladora.
"¿Qué hago?" Me preguntó.
Yo seguía siendo la señora del meme haciendo cálculos de análisis funcional, topología y geometría algebraica, sin saber qué aconsejar en una situación tan complicada y en una carrera que estaba cerca de terminar.
"Ya no la quiero. Ella tampoco a mí"
"¿Qué hago?"
Luego me contó que habían decidido irse a la luna de miel planeada hasta en los pétalos de rosas de la cama, para intentar re-intentar. Para ver si era posible un encuentro mágico que los llevara a la vida pre-pandemia. Un viaje fijado en el futuro para irse al pasado. Una construcción en retrospectiva.
Cuando pensaba responderle y decirle que realmente no podía aconsejarle y que intentaba entender su frustración ante una situación tan complicada y surreal (también para mí), llegamos a mi destino.
No pude decir mucho, realmente. Sólo estuve escuchando todo el tiempo. Con atención y desatento flotando en la reflexión de qué hacer y decir.
En el punto final, el-él paró el carro y me dijo: "llegamos. Deseéme lo mejor"
Así se lo deseé. Pero, acaso, ¿qué es-era lo mejor?
¿Cómo sabemos semejante cosa, si es que podemos saberlo, o bien decidimos definir qué lo es o no lo es para liberarnos del peso de que no lo sea o de que sí lo sea?
¿Dónde estará él y su entonces-pareja? ¿Cómo habrá sido para ellos ese sábado futuro y ese mañana de pasado perdido?
Qué difícil que es el-hacer cuando las decisiones parecen ya tomadas, fijas, inevitables, como condenas, y el futuro no está blanco y por escribir, sino que se nos presenta pesado, como la tierra misma en un océano de duda. Muerto y vivo. Frío. Como una cárcel vacía habitada para siempre por la duda de lo que pudo ser.
19 de mayo de 2025
Lo no cantable
Qué rara y :/ que es la experiencia de estar con un grupo de amigxs que se cantan una canción de principio a fin y uno apenas se sabe el "eh eh eh". Una incluyente exclusión de estar y no estar pero donde toca estar porque pues "eh eh eh".
1 de mayo de 2025
En cuerpo
En cuerpo me siento
como la sombra pálida
o el murmullo ausente
como la lágrima vieja
el suspiro olvidado
como la vida sola
y su soledad
Toda esta verdad
de noche oscura
y de vidrios rotos
de mares sin horizonte
de pasos sin camino
de andar sin caminar
Soy quien sopla el aire
que no contengo
Soy quien habla las palabras
que no conozco
Recuerdos pulidos y brillantes
de tanto recordar
Esculturas
de lo que quise que fuera
hielos-estatua
tiempos-vapor
En cuerpo me huyo
en náusea y en gritos
en una noche de silencio
esta noche-toda de silencio
en donde sólo duermen
los que nacieron dormidos
en donde los que nunca nacieron
sólo duermen
o el murmullo ausente
como la lágrima vieja
el suspiro olvidado
como la vida sola
y su soledad
Toda esta verdad
de noche oscura
y de vidrios rotos
de mares sin horizonte
de pasos sin camino
de andar sin caminar
Soy quien sopla el aire
que no contengo
Soy quien habla las palabras
que no conozco
Recuerdos pulidos y brillantes
de tanto recordar
Esculturas
de lo que quise que fuera
hielos-estatua
tiempos-vapor
En cuerpo me huyo
en náusea y en gritos
en una noche de silencio
esta noche-toda de silencio
en donde sólo duermen
los que nacieron dormidos
en donde los que nunca nacieron
sólo duermen
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