15 de julio de 2025
En abismo
En el cuarto oscuro
de mis ojos cerrados
que todo dejan ver.
Me habito en espera,
en aguardar
el último suspiro
de la vida entera.
La noche última
del universo infinito
y el día final,
eterno día final,
reloj de lo eterno
y de lo fatal.
Me habito sin ti,
callado frente al espejo roto,
sentado en la sala vacía,
sin rostro y sin mí.
Me habito ya sin mí,
sumergido
en lo que un día he sido,
en lo que ya no es,
colapsado en dudas
sobre lo que nunca fui
y lo que pudo ser.
Me habito en la Nada,
o soy esta nada contenida,
y me habito vacío,
y me habito en vacío,
y me soy en nada,
en nadie,
en sobras no mías,
sobras-sombras
de este cuerpo que cae
en el abismo cercano,
invisible vórtice
de ser esto
en que me habito
y que es mi yo.
Me habito en abismo.
El abismo es mi yo.
4 de julio de 2025
Y este dolor
Tu mirar
Tu forma de mirar
cuando no miras
y parece que el universo
se te cuela
por entre tus pupilas verdes
Hoy más que siempre
Parece eterna la espera
y nos unen los mares
y las llamadas a la luna
los atardeceres y el café
Extraño tu voz y tus silencios
cuando duermes el sueño del mundo
y parece que el tiempo se detiene
Caminar contigo y estar contigo
El tibio contacto de tu inmensidad
Bailar sentados la música
que sólo habita en nuestros abrazos
Hoy te extraño
y hoy se hace eterno
¿Por qué nuestro destino
tuvo que ser de caminos tan extensos?
He aprendido a esperar
Me he forzado a aprender a esperar
y aquí, solo, hoy-siempre
te espero
Debo cerrar los ojos
y quizás soñarte
y quizás soñarnos
libres del espacio
libres del pasado
libres del dolor
Hoy te extraño
como siempre hoy
y cada día que ha durado
la vida misma
la lágrima misma
la ausencia misma
este andar contigo y sin ti
y este dolor
30 de junio de 2025
Tarjetas intangibles
Un cobro extraño. Una compra extraña. Me pregunté si había sido algo automático. De esas suscripciones a Netflix o a Mubi (o a Onlyfans) que uno deja por ahí rodando sin más cuando ya se perdió todo control, rastro y trazabilidad.
La notificación señalaba que había sido hecha la compra apenas hacía unos cuántos minutos. Cosa que no, no podía ser ni automático ni yo ni mí, porque mi-yo estaba preparando el café y tomándomelo, mientras algún fulano en el ciberespacio del capitalismo terrestre, empleaba mi tarjeta de crédito para comprar quién sabe qué.
Con el miedo de que se hicieran a una mansión con mi dinero -aunque mansión para peces (un pez), de ciudad pequeña y de clase media baja, porque para tanto no me da la vida-, llamé a alertar la situación al súper don maravilloso Banco mío, al que tengo en mi billetera desde hace un largo U.
Me contestaron con su "señor don cliente nuestro, ¿en qué podemos servirle?". Yo pasé a hacer la narración de la notificación, de la compra hecha no-mía, de Onlyfans; y me dijeron que claro, que cómo no, que ya mismo la bloqueaban y que nadie, nunca jamás, podría hacer ninguna transacción monetaria con ese pedazo de producto financiero.
"Tenemos que emitirle uno nuevo", me dijeron. "¿Quiere que sea en la dirección registrada o en una oficina?" Sin pensarlo, porque este cuerpito se ubica en donde la dirección no se encuentra, les dije que en una oficina en Bogotá. En la dirección X con Y. Como si conociera el sistema cartesiano.
Y así quedamos. Debía yo esperar unos cuantos días hábiles, porque en los no hábiles no imprimen sino las facturas que hay que pagarles, y ya podría ir a reclamar mi tarjeta para seguir comprando las cosas que no necesito.
A los 4 días y a las 4 de la tarde, me llegó un mensaje de texto informando que la tarjeta sería prontamente entregada. Yo, satisfecho, alisté mis planes para ir a reclamarla. Luego, me llamaron de muy lejos, desde donde la dirección registrada está atascada, es decir, me llamaron de en donde no vivo yo, a informarme, que la tarjeta estaba ahí con ellos: que había llegado.
Esto era, claro, un error. Había solicitado que la tarjeta llegara a una oficina en Bogotá y no a 640 km de mi existir. Me dijeron los del súper banco don maravilloso que "uy qué pena", que había sido un error y que entonces emitirían una nueva tarjeta a una oficina en Bogotá. Yo, molesto con mi molestia y con su "uy qué pena", apenas pude atinar un "Bueno, gracias" y colgué.
Unos cuántos días después, llamó mi madre que vive con mi padre, en aquella dirección remota, la registrada, diciéndome que la tarjeta había llegado. ¿La tarjeta? Tuve un largo sentimiento de ser varios emojis :/ :O :´( y así. Llamé nuevamente al súper-dúper banco y fue algo como un "oh no. Lamentamos que -llene espacio en blanco con respuestas fórmulas de callcenters de bancos- y entonces le emitiremos una nueva tarjeta". Cuatro días después, una nueva y brillante tarjeta había llegado... a la dirección registrada. De nuevo, lejos de mí y de mi necesidad de hacer compras innecesarias.
En ese punto, mi capacidad de autocontrol estaba en el 'maso' de casi nada. Llamé -por decimoquinta vez- y me dijeron -por decimoquinta vez- que había sido un error y que esta vez sí iba a funcionar; cosa que, unos días después, recibí un mensaje que decía que la tarjeta ya estaba lista y disponible en una oficina que increíblemente se llamaba como ¡yo había solicitado!. Oh la felicidad verde del dinero verde y la rabia feliz de estar bravo-feliz por salir ¡por fin! de esto y de nunca tener más que pensar en que no podía comprar cosas absurdas.
Fui entonces a la oficina y esperé el turno y me senté y le dije al muchacho, "no sabe lo que ha sido todo esto, pero por fortuna, luego de tres tarjetas que llegaron a la dirección de la lejanía, por fin ya está acá, cerca de mí, con uds, acá donde vivo yo".
El funcionario, que estaba menos feliz y menos dispuesto a mi felicidad que se extendía en discurso de casito besos y abrazos, me interrumpió con su mirada de "ok, ya vengo" lléndose a-por la tarjeta. Unos minutos pasaron y regresó y se sentó frente a mí cariacontecido a decirme: "la verdad es que no hay acá ninguna tarjeta a su nombre". ¿Qué? ¿Pero si el mensaje de texto así lo dice? "Déjeme ver señor don cliente" Claro, mire, acá dice. "Uy está muy raro. Buscaré en el sistema" Tac tac tac tic tic. "Ya sé lo que ha pasado: la tarjeta fue enviada a la oficina en Bogotá pero en ciudad pusieron la de la dirección registrada"
Mi esperanza estaba desesperanzada. Más bien, tenía una desesperanza desesperanzada. ¿Y entonces ahora qué hago? "Necesitamos emitirle una nueva tarjeta. Además, llamemos al callcenter para que ella sepa lo que ha pasado y que nos comunicamos desde la oficina tal por cual para que así lo aceleremos y ambos podamos hacerle seguimiento".
"Está bien", creo que maullé y que se sintió como un grito soprano de ópera que opera sobre el dolor. En mi interior sólo había una larga serie de símbolos y asteriscos y signos de número. Pero pues "está bien", entonces esperemos por quinta o sexta vez. Ya ni la cuenta tenía.
Pasaron los susodichos días hábiles cuando recibí, nuevamente el mensaje de texto diciendo que la tarjeta había llegado a la dirección registrada (añada emoji de grito desperado por la ventana rasgándose las vestiduras). Seguido, me llamaron del callcenter a decirme que la tarjeta había llegado a la oficina solicitada, y seguidito, me llamaron de una oficina en Bogotá, una re-equis, a decirme que la tarjeta estaba con ellos.
¡Dímelo tú! ¿Entonces estaba ella en tres sitios al mismo tiempo? ¿Esto no es como violar las leyes de la física?
Le conté la historia a la última persona que llamó, quien se fue a consultar con su super-superior, confirmando que la que tenían ellos sí era la que debía ser y que las otras eran unas impostoras, unas wanabe de tarjetas: inútiles, vacías de capital, sin espíritu de compra.
"Está bien. Ahora paso a reclamar la tarjeta." Y sí, oh mi dios de dioses, pasé, me senté y hablé con el aquél que me había confirmado la veraz veracidad de lo que poseían. Fue a la bodega -un cajón de madera-, identificó mi nombre, la sacó de la bolsa secreta, me la entregó, me la hizo firmar, poner la huella y, finalmente, me pidió que ingresara al app para activarla y dejarla ser viva y feliz. Muy feliz. Así hice, yo muy feliz, cantando cantos gregorianos, repicando las campanas, y cantando canciones de felicidad marxiana y de bolsa de valores.
"La tarjeta no puede ser activada" señaló el app.
El funcionario, en la incomprensión digital, se fue a su sistema que lo sabe todo a ver qué había pasado y ahí me mostró que SIETE tarjetas habían sido emitidas y, que la que yo acababa de tomar, era la sexta. Así pues, ese plástico estaba muerto. Ausente de sí mismo, una presencia sin alma, un cuerpo sin ánima.
Me pidió mil disculpas sin ya ni poderme mirar a los ojos, manifestando que lo más probable era que la número 7, la real verdadera, estaba en la oficina en donde desde el muy principio pedí que llegara.
Despidiéndome, ya sin palabras ni gestos, enredado de memoria y de rotura, me fui a saludar a los de la otra oficina, quienes por fin confirmaron que tenían la que era, la que sí me permitiría comprar lo innecesario, y que este voltear de carro de basura había llegado a su fin.
Respirando y mirando el plástico como el Santo Grial, me fui a comprar algo largamente esperado por lo innecesario de tenerlo. Hice la fila de la caja y extendí el amuleto para cerrar la compra cuando: "señor, esta tarjeta está bloqueada".
Por supuesto que estaba bloqueada. ¿No era la consecuencia lógica de una serie ilógica? Estaba bloqueada de todas las maldiciones que estuve enviando por mes y 20 días intentando entender cómo podía ser esto un esto. Bloqueada por mí y para mí, bloqueada por mi desencanto y corazón roto, por mis caminatas innecesarias y llamadas infinitas. ¡Infinitas!
"No señor, está bloqueada por el banco" Ahí me di cuenta que había hablado en voz alta y que habían más personas en la fila esperando pagar con tarjetas libres y con alas, y quienes no entendían porque manoteaba yo tantísimo.
Tuve que regresar y llamar, por última vez, a informar que lo que me habían entregado no era usable y, finalmente, en un rápido click, me informaron con tono de lo logramos de que quedaba disponible para mi uso irrestricto. Para mi afán de comprar el mundo en 32 cuotas.
Mi dinero, en versión tarjeta, nunca había estado en tantos lugares equivocados. Su ser, que no su materialidad plástica, había estado de viaje, cual mochilero, entre oficinas y direcciones, entre ciudades y conversaciones, mientras yo me ahogaba en la ansiedad existencial de no poder endeudarme otro poquito más.
Al final, días después, me llegó un correo, diciendo que no autorizaban devolverme el dinero de la compra no autorizada y, con ello, resultaron ganando tanto los que me robaron, como el don maravilloso banco, quien de todos modos seguirá recibiendo mis pagos con intereses, como mi decepción de usuario de entre millones, mientras ellos siguen ahogando al mundo con mecanismos para ahogarse y para hacer parecer que lo innecesario, a fin de cuentas, mucha falta sí hace .
28 de junio de 2025
Todo pasará
Todo pasará
Nada habrá sino la nada
Nadie habrá
El tiempo y el espacio
también pasarán
Yo pasaré
con mi tiempo vivo
siempre nada
y siempre muerto
Tú pasarás
con tu espacio vivo
siempre muerto
y siempre nada
Todo lo sido
todo pasará
Incluso el tiempo del tiempo
Incluso el espacio del espacio
Estas letras
que son su tiempo
Todas las ideas
que son su espacio
Todas las formas
El yo y lo otro
Todo pasará
11 de junio de 2025
Capitalismo de rana
5 de junio de 2025
Mejores copias
Hoy, en un café gomelo, vi a alguien que tenía el mismo color de zapatos que yo tenía, el mismo color y corte de camiseta, el mismo pantalón en color y forma. Pero, sin embargo, no obstante, lo malo -o lo bueno para él- era que don otro, el otro-que-no-soy-yo-, era como 15 veces más guapo. O 17. Para evitar incomodidades -todas mías- decidí ponerme el saco para marcar la diferencia y también dejarme la gorra pues llegaba él a las 18 veces con su frondosa y larga melena. Que fluia con el viento pues estaba en la terraza mientras yo le miraba dentro del café y me enterraba adentro de mí y de mi ropa. Me hice en una esquina donde casi no llegaba la luz y pedí una cerveza. Eso me pasa por ir a donde van los gomelos.
2 de junio de 2025
Si un día
28 de mayo de 2025
Calles cerradas
Hoy pensé con más detalle la pinta, el outfit, la facha. Miré con detalle: la horma, el fit, una vueltica así en el espejo, una vueltica asá. Chaqueta correcta, el statement piece -que llaman-, la pieza llamativa, pues, como le llamaría yo. La' gafa' negra', la maleta en color complementario. Cuadraba todo para el clima, para el día y para la hora. Listo el pollo. Listo yo cual pollo listo. Salí y, sí, me sentí observado, detenido, juzgado, evaluado. Qué sensación, carambas. Qué sensaciozota. Así se sentirán las estrellas, pensé. Yo como la estrella de papel fosforecente que tengo pegada en la parte de atrás de la puerta de la habitación que hace de estudio, claro. Pero estrella, sin embargo. Y estuve por ahí y por allá toda la tarde faroleando porque había que hacer visibles vueltas de las burocracias de la vida y porque había que inventarse vueltas para cumplir con la burocracia fashion de la vida de clase media. Y cuando ya era justo dejar de iluminar la calle, y contento y satisfecho de haber mirado tantas miradas, y tantos rostros que me habían mirado de arriba a abajo y de abajo a abajo, decidí regresar y mirarme, por última vez, frente al espejo de la verdá de cuerpo entero. Y de pie y con orgullo, aún a oscuras, posudo, posando posudo, pensando en las poses posudas, prendí la luz. En un parpadeo se hizo todo claro. Lo estaba, lo había estado, probablemente desde el segundo uno hasta el segundo oportuno, el segundo final. Se hizo entonces evidente lo evidente. Un hecho lo hecho.: tenía el cierre abajo. Y en silencio, bajo mi abajo, me quedé sin saber si seguía siendo estrella de papel, si alcanzaba a ser una estrella fundida de árbol de navidad olvidado o si apenas daba para bombilla vieja de mesa de noche y sólo me quedaban los sueños de alfombra roja empolvada entre los recovecos; y si el mejor cierre de la vida sin cierre, era vestir para siempre la pijama de siempre que a la calle atestada nunca invita y que, al menos la mía, no carga el peso de un final con cierre.
26 de mayo de 2025
Llora el mundo
Lloran los mundos
de los rostros conocidos
Lloran sus vidas y sus silencios
Se ahogan sus vacíos
en horizontes que ya no existen
en palabras que ya no se dicen
en viajes rotos que no se harán
¡Hace frío en la vida!
Hace ausencia de vida
y los pies descalzos y heridos
sólo saben andar
en dirección a la Nada
(sin dirección)
siempre a la espera infinita
en una felicidad-dicha diluida
que a todos olvida
y que hoy me recuerda
y que mañana me olvida
Lloran las caras desconocidas
Lloran todas, todas lloran
tras sus máscaras de rutina
tras su amor que es sólo duda
tras el delirio de ser en el vacío
y nunca llegar al camino
o ser el camino que no acaba
La roca que se desliza
El agua marchita
Sin alas el ave alada
Llora conmigo
Llora hoy y mañana conmigo
que sé que también sin mí lloras
Lágrimas un día saladas
Gotas secas y heladas
20 de mayo de 2025
Sábado de pasado
Un día, ya en el 2021, pedí un servicio de taxi para un trayecto largo, o corto, pero re-largo gracias al hermoso tráfico bogotano. Como uno (yo-siempre) resulta fácilmente hablando con los conductores, llegamos a los temas de la vida y de los demonios, del clima, de que antes hacía frío y ahora calor, de las deudas y de qué caro que está hoy todo y, por supuesto, de la pandemia.
De todo un poquito: cual miscelánea.
En esas, un poco medio de la nada, me empezó a contar el conductor que el sábado de esa semana tenía su boda: la ceremonia, la fiesta, la gente, el combo completo.
Yo, consciente -maso- de semejante acontecimiento, le felicité y le dije que qué maravilloso y que le deseaba lo mejor a él y a su pareja y que tales y que pascuales. Esas cosas que se dicen, tanto porque así -medio- se sienten, pero también porque así -medio- toca. Ya se imaginarán.
Yo andaba en mi felicidad perfomática de celebrarle su próxima celebración cuando él, en un sablazo, me dice: "no sé qué hacer".
Un silencio necesario para procesar la frase me atrapó. Me sentía la señora del meme haciendo cálculos.
¿Cómo así que "no sé qué hacer"?
Le pregunté que por qué y, en un suspiro profundo, me narró con desgarro que el encierro de la pandemia con su futura esposa, le había mostrado a él -y a ella-, que realmente no se entendían como pareja. Me contó que la convivencia había sido terrible durante esos meses y que les había mostrado a ambos el lado B del otrx, el de las canciones malas malísimas, y que ninguno -después de charlas y reflexiones- quería casarse realmente, que lo hacían porque habían invitado hasta al perro vigilante del vigilante del centro comercial del otro lado de la ciudad. Medio mundo de su mundo. Y que sí, que era era seguro que ese perro iba a ir: de gala. Que los papás de ambos ya estaban en Bogotá, que los amigues de ambos ya estaban en Bogotá, que tenían la comida lista, el DJ listo, lista la lista del DJ, todo listisísimo: trago, vestidos, votos, sacerdote, comedores, manteles, "recuerdo de mi matrimonio"s, hoteles reservados; y un todo retodero muy extenso de años de planeación y de felicidad cortados a tajadas por la experiencia pandémica de una convivencia forzada y reveladora.
"¿Qué hago?" Me preguntó.
Yo seguía siendo la señora del meme haciendo cálculos de análisis funcional, topología y geometría algebraica, sin saber qué aconsejar en una situación tan complicada y en una carrera que estaba cerca de terminar.
"Ya no la quiero. Ella tampoco a mí"
"¿Qué hago?"
Luego me contó que habían decidido irse a la luna de miel planeada hasta en los pétalos de rosas de la cama, para intentar re-intentar. Para ver si era posible un encuentro mágico que los llevara a la vida pre-pandemia. Un viaje fijado en el futuro para irse al pasado. Una construcción en retrospectiva.
Cuando pensaba responderle y decirle que realmente no podía aconsejarle y que intentaba entender su frustración ante una situación tan complicada y surreal (también para mí), llegamos a mi destino.
No pude decir mucho, realmente. Sólo estuve escuchando todo el tiempo. Con atención y desatento flotando en la reflexión de qué hacer y decir.
En el punto final, el-él paró el carro y me dijo: "llegamos. Deseéme lo mejor"
Así se lo deseé. Pero, acaso, ¿qué es-era lo mejor?
¿Cómo sabemos semejante cosa, si es que podemos saberlo, o bien decidimos definir qué lo es o no lo es para liberarnos del peso de que no lo sea o de que sí lo sea?
¿Dónde estará él y su entonces-pareja? ¿Cómo habrá sido para ellos ese sábado futuro y ese mañana de pasado perdido?
Qué difícil que es el-hacer cuando las decisiones parecen ya tomadas, fijas, inevitables, como condenas, y el futuro no está blanco y por escribir, sino que se nos presenta pesado, como la tierra misma en un océano de duda. Muerto y vivo. Frío. Como una cárcel vacía habitada para siempre por la duda de lo que pudo ser.
19 de mayo de 2025
Lo no cantable
1 de mayo de 2025
En cuerpo
o el murmullo ausente
como la lágrima vieja
el suspiro olvidado
como la vida sola
y su soledad
Toda esta verdad
de noche oscura
y de vidrios rotos
de mares sin horizonte
de pasos sin camino
de andar sin caminar
Soy quien sopla el aire
que no contengo
Soy quien habla las palabras
que no conozco
Recuerdos pulidos y brillantes
de tanto recordar
Esculturas
de lo que quise que fuera
hielos-estatua
tiempos-vapor
En cuerpo me huyo
en náusea y en gritos
en una noche de silencio
esta noche-toda de silencio
en donde sólo duermen
los que nacieron dormidos
en donde los que nunca nacieron
sólo duermen
16 de abril de 2025
Tu silencio
Tu ausencia
mi destino
Eres el agua mansa
de tormenta profunda
El silencio afilado
de muerte segura
Camina hacia mí
que tu dirección es contraria
Vete
que te acercas en lejanía
¿Dónde estás cuerpo de sombra?
Callada piel
una vez mía
y hoy ida
¿Dónde estás ilusión breve
de cercanía?
Te diluyes en vapor-recuerdo
en polvo-olvido
Me diluyes en la memoria
de aquél día futuro
en que fuimos somos
uno-pasado
uno-tiempo
uno-universo.
31 de marzo de 2025
agua de mar
que a la Nada arrastras
al olvido de lo profundo
al silencio de lo eterno
en tu humedad de cielo
en tus tesoros de universo
sé la sombra, que te siento
atascada aquí en mis ojos
serena
durmiente
contenida
de los imposibles
tormenta que escondes
el fin de los tiempos
21 de marzo de 2025
Y parece
Y parece que las montañas sonríen
suspiran
los vientos húmedos cantan
hay una visión infinita desde mi ventana
donde las personas que cruzan las calles
hablan la vida misma
se hablan de la vida misma
llevándose por los horizontes
como polvo a contraluz
y parece que la primavera
está volteado sobre sí misma
en el trópico montañoso
páramo de los tiempos quietos
como un otoño de mentira
y aquí me atrapo
en eterna móvil quietud
mientras en mí pesa
el invierno lejano que ya me habita
el agua fría que ya me inunda
los deslizamientos que ya me son
mientras en mí se cuecen
gritos
silencios afilados
sed
y todo el hambre
¿Qué será de las lágrimas que lloraré?
¿Qué será del abismo que cavaré?
¿Qué será de mí y de cada roca
y de cada acantilado que deberé subir
para después y por última vez
por siempre caer?
7 de marzo de 2025
Me siento triste
en forma de lluvias
mientras inundan
las alcantarillas rotas
las basuras abandonadas
Mi tristeza
es de formas-sequía
de sed de sales
de agua que no llega
Me duelen los cuerpos
que el arado abandonan
expulsados por la historia
perseguidos por la sombra
de armas y filos
de abandono y de olvido
Me siento triste
en forma-distancia
extremo que hoy me separa
de tu cuerpo que arde
en los últimos días fríos
en una luz ardiente
que te oprime
que nos oprime
Mi tristeza
tiene formas de tiempo
de roca cósmica
y de miedo
de silencio vago y más miedo
¿A dónde vamos,
a dónde vamos todos los días?
¿En dónde dormiremos
acaso en dónde dormiremos
si no no habrá nada ya
para soñar?
2 de marzo de 2025
Lo lavado
22 de febrero de 2025
La nada entera
De su sonrisa?
¿Quién sabe de la neblina
Y las noches oscuras
Y los días oscuros?
¿Quién sabe de la lucha
y el silencio que nos calla
y el eco que nos calma
con su espejo sucio,
su mirada rota,
su sueño incompleto?
Yo que te veo mirándote,
Mirándome sin saber de mí,
En esa sombra de colores,
En esa mentira
que no puede hablarme.
¿Quién sabrá de ti
y de tus lágrimas ficticias,
de mis gritos reales
que tú no escuchas?
¿Por qué me miras mirándote?
¿Qué sabes tú de mi destino?
¿Qué sé yo del tuyo?
Apaga todas las luces,
Agota todas las estrellas.
Sé el horizonte sin horizonte,
Sé el fin que ya llega,
La llamada primera,
La verdad toda
¡El vacío todo!
La nada entera
20 de febrero de 2025
Por Mike
Una vez, hace un par de años, Mike, el-Mike, un gran amigo, se quedó par meses en casa. La noche de la despedida organizamos, para despedirle, un pequeño encuentro de músicas y bebidas de las de aquellas. Como él era de poco de aquello, pasaditas las 10 de la noche, se despidió del grupo y nosotros brindamos por él: ¡por Mike!. A eso de las cuatro de la mañana, seguíamos celebrando y celebrando al celebrado. "¡Por Mike!" Seguimos brindando y sólo decíamos ¡por Mike!, así el celebrado estuviera ya bien ido y muy dormido. Son esas cosas de la amistad y de Aquello. Lo importante siempre fue la fiesta, y bueno, la intención.
14 de febrero de 2025
Los vivos
Hoy en un formulario me pidieron poner un familiar de referencia. Luego me preguntaron si estaba vivo o no. Y sí, porque contactarse con los que no, va a estar más difícil.
10 de febrero de 2025
Sobre mí cae
Sobre mí cae
la distancia
de quienes fueron
y de lo que soy
Pues nos separan
las mareas y las guerras
en pretéritos de mí
Ustedes apenas estaban
contando lágrimas
de sus propios dolores
Yo, en cambio,
era el cuerpo bendito
la energía infinita
la resistencia acantilada
Yo era ustedes
Feliz de tristeza
Llorando risas pálidas
Deseando
y deseando desear más
y ahora las baldosas están vacías
y las botellas están rotas
de una fiesta en donde sólo
huele a copas mojadas,
cenizas de ayer
Sobre mí cae
una sombra que se recoge
y que deja ir al irse
Dejar, dejándose
y siempre llegar
1 de febrero de 2025
Cumpleaños 42
Que no millones,
Que no aclamaciones,
Que son los años
¡los peldaños!
Que hoy tengo yo
aquí, sí, yo-yo...
Los cuarenta y tantos ya son,
y ahora cuadra ser un Don-don,
pues no son más cuarenta y dos,
sino, menos -enta y dos
que quitan de mi vida,
de mi trocha y mi avenida,
que se diluyen de mi pita
delgada y que tirita.
No son una bienvenida,
son la partida ida,
son un adiós.
¡Ay, dios mío! ¡Oh, dios!
Soy yo frente a este espejo,
perplejo y viejo;
soy vos.
Esta arruga, esta pechuga,
la aguda voz.
Eso eres en rolo;
en patojo, eso sos...
Son más y más y ¡más!
Y son, -enta más dos,
y el mundo se cae, parece,
y el mundo se cae, ¡perece!
ya, en un dos por tres,
hoy, en un tres por dos,
con sus cons y sin pros
que sólo veo
puro caldeo, mareo, ¡aleteo!
Me veo a mí, te veo a vos,
espejo que me denuncias,
que me anuncias
con espalda en forma de dos.
¡Soy los 42!
¿Quién está
que es la vida?
¿Quién está
casi eterna herida?
Me veo irme,
dizque firme,
ansioso y poroso,
con tos,
cayéndome como dominó,
en "sanseacabó"...
¡Son dos! 42
Y a los 43 me voy,
que el tiempo me lleva
a la cueva, a la final prueba,
y, como vil güeva,
me voy
En remiendo,
y yéndome me voy.
Fueron 41, hoy y ya 42;
abrazos les dejo
a mi gente presente,
pesares pendejos,
con permisito
que estoy frito y me marchito.
25 de enero de 2025
y de quietud
18 de enero de 2025
Grandés
16 de enero de 2025
El cuerpo que es
¿La casa vacía, el cuarto vacío,
la noche de insomnio?
¿Qué es?
¿Una cárcel oscura,
una ventana ya muy pequeña,
un piso frío en un sótano de soledad?
¿Qué es este cuerpo
que se resquebraja silencioso
en polvo y ceniza
y olvido y sin memoria
cada vez que cierro los ojos
y no puedo ver sino la oscuridad?
¿Qué es?
¿Una deuda infinita,
una distancia imposible,
un destino fugaz?
¿Soy otra cosa, acaso otra cosa,
soy más allá que esta condena,
que esta escritura,
soy sólo él o soy algo más?
13 de enero de 2025
Azul de infinito
Hoy, con una Bogotá de azul infinito que no tuvo ni una nubecita, con más de 22 grados, algo que es cada vez más común y más normal en semejante anormalidad, pienso que en 2024 tuvimos enormes incendios forestales que inundaron la ciudad de humo y de un olor a quemado con el que nos despertábamos y nos acostábamos, y que también comenzamos el racionamiento de agua por 24 horas para toda la ciudad, en un esquema por ciclos, y ya llevamos no sé cuántos meses. Siento miedo por el 2025, por mañana, por el mañana y por lo que va a pasar a esta ciudad y a este mundo, en este ya eterno hoy de catástrofe, en este ahora de ansiedad y preocupación.
4 de enero de 2025
Cuan remoto parece el mañana
Cómo se acercan los últimos momentos
en este océano de distancia
Cuan lejana se escucha la muerte
y respirar la escucho
y hablar la escucho
sobre estrellas que ya no alumbran
sobre ríos que ya no sacian
sobre recuerdos que nunca nadie vivió
Hay un universo al otro lado
donde nadie vive
y donde nunca hubo ojos
Cuánto silencio queda en el último suspiro
de tu cuerpo que se va, aquí, a mi lado
en el último abrazo que permanece
en tu partida de tiempo
en tu estancia fugaz de astro
Cuan remoto es el destino
que vamos viviendo
y que nos va dejando
solos y sin olvido
2 de enero de 2025
Empieza una vida
quizás muerta después de nacida.
Empieza un ciclo que nunca termina,
y miramos al frente sin ver nada,
y vemos solo noche y neblina,
eterna oscuridad del día
o la cueva profunda de la noche.
Empieza una jornada que es la ida,
la fiesta después de la fiesta,
desordenada, pasada y perdida
pues el tiempo nuevo es viejo,
y no existe felicidad o alegría,
sino la incertidumbre, el miedo
la duda y la nula compañía,
pues vamos solos,
y así llegaremos
al sitio-abismo
del que nunca nos fuimos.
Empieza aquello que no finaliza:
la pesada carga,
de subida por la afilada colina
para llegar y caer
como caen las piedras
para llegar y mirar
y repetir y empujar
un universo vacío
lejano de olvido
sin estrellas.