Es el faro.


Son esos suspiros los que arrastran.
Los que me llaman.
Los que me seducen.
No sé por qué lloro.
Y si lloro
no sé por qué río.
Me voy yendo,
Me voy viniendo
en este suplicio feliz
de paraíso.
En estas ganas de ahogo,
en este antojo verde.

Es el faro amarillo en el horizonte.
El sonido de lo que cae.
La imagen sin sonido.

Es mi sueño contigo.
Es tu beso furtivo.

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El lodo. (Con agua diáfana y dulce para quién me arrojó esta pincelada)


Tengo el cansancio del caminante en el lodo.

Eso dijo el Te. Y me robo la línea. La extiendo. La amaso y la hago un rollo infinito. La aplasto, la extiendo.

Imagino la escena oscura y quizás llueve. De esa llovizna pequeña que cae de lado. Muchas nubes grises. Apenas un rayo de luz que se filtra y alumbra a lo lejos, allá en en un quién sabe, en un no sé dónde.

Y no hay más que lodo.

Ya llego, ya parece que llego sin llegar nunca.

Como un castigo divino, como una sentencia eterna.

Empujo, me caigo, me hundo. Alzo mi pierna. Un zapato se queda atrapado. Me tropiezo. Entran pedazos a mi boca. Escupo. Me quejo.

Agitado, exhausto llevo la carga del agua negra, de la tierra aguada.

Voy a hacia eso. O ésto. Un algo que ignoro.

Pero que deseo.

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Y punto.


El hoy es el presente mas no es ahora
pues ahora es apenas un punto presente en el hoy.
El ahora es hoy pero hoy no es ahora.
Pues el hoy es el ahora,
presente del presente.

Designando un punto en el punto,
un inicio en un inicio,
nada parte ni hace parte,
nada se va.
Y de lo que se va,
ya nada es.

Que el presente y su ahora,
que el hoy y su ahora,
que el ahora y su ahora.
Que no hay tiempo, segundo ni hora.
Que no hay.

Egocéntrico el todo,
se sume en su único punto,
en el disparo de su destino,
en el hoyo de su infinito.

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Allá.


Se me va la noche. Se me van los ayes. Me voy.

Eso dije.

Y digo.

Y me mantengo. Y sigo.

Aún las gotas caen y los carros pasan y las nubes se forman y las sombras aparecen.

Aún es. Y aún soy.

Esperando esa tierra árida, ese desencanto final. La sensación del todo, de la nada.

Oprimiendo teclas, oprimiendo corazones, agitando sábanas en la mañana, bañando pieles en la noche. Esperando un futuro que siempre parece venir. Y ahí está: viniendo. Derramándose ante mis ojos. Amontonándose grueso, viscoso, negro.

Sin tocarme.

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Peinándome frente al espejo un domingo de calor en la mañana.


Le dije: tú eres el centro de tu yo. De tu propio yo. Sólo tú sabes cómo ven tus ojos y son los únicos ojos por los cuales ves.

Y me dijo: pero es que tú eres yo.

Hice: apagué la luz.

Hizo: Se fue.

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E.A.


Le dijo: "Ciertamente, leído varios meses después, veo como lo siguiente es falso. El amor de la vida diaria no existe porque no hay amor que se pudiese llamar amor y que fuese algo rutinario como suele serlo la vida diaria o lo que creemos que ella es. El amor que promueve más amor en seres diferentes para promover aún más. El amor que perpetúa la especie. Ese amor existe, digamos. El amor por el amor, por el sostén que le fue dado o pretendido. Quizás existe. Pero no cabe duda que creamos o no en él, en algún punto nos sentimos enamorados o estamos enamorados o sabemos que quizás, si somos jóvenes y no viejos desilusionados, vamos a enamorarnos nuevamente. Sin creer o creyendo que el amor existe, él existe dado que constantemente nos preguntamos si existe o no. Si es o no. Porque: ¿por qué nos preguntaríamos sobre algo que no existiera? Al menos existe para que nos preguntemos precisamente por su existencia. Lo cual es muy triste. Dicho esto: aún lo que no existe, existe. Y lo que existe, no existe. Y todo lo anterior está bien: ¿estando mal?" Te dijo.

Caer.


Me caigo así. De este modo. Con la cabeza directa al piso, al suelo, a la baldosa blanca, al cemento frío. Me derrumbo así. Con el desmayo de la novela. Con el golpe fatal, con el pie recto, con el brazo derecho, el cuerpo estirado, el cuerpo halado y jalado. Me desmorono. Me destrozo. Ahora soy todo partes. Y soy cada parte con sus partes. Y voy así. A desaparecer. A perecer. A fenecer. A no ser. Sigo cayendo. Me caigo. Me veo caer.

Y ahí va el dos.


Dice.
Comenta.
Argumenta.
Y ahí va el dos porque de ahí vino el uno. Señala.
Y ahí va el dos porque ahí viene el uno. Apunta.
Sí. Así.
Apunta una señal que tiene seña y señal de punta.

Casi las cinco.


El ojo me duele, el ojo está rayado. Rojizo llora un mugre.
Y ahora llueve. La bulla y los golpes. Los carros y sus pitos.
Me va lo que supura. Mi arma en dedo. Y yo.

La te equis te.


Es siempre curioso que cuando vemos para atrás vemos cosas que antes veíamos en frente.

El almuerzo de zetas.


El cansancio me asedia. El sopor, el tedio. El polvo se amontona en las esquinas, en las cortinas. El telón cae irremediablemente. La audiencia duerme y otros llaman callados como si los quisieran más cerca. Silencios. Y es apenas mediodía.

La salida.

Las siete y diez y un ocho.
Las horas de ayer, de anoche.
Cuando la noche era ayer.
Y ayer era la camisa a rayas
y la luna un zapato café.

Es la noche silenciosa.
Las gotas caen
y se despedazan
y acosan
y suenan.

El cielo quizás llora
o un lucero está nostálgico.

A lo lejos la lluvia arrecia
y "tiritan, azules, los astros...a lo lejos".

Me despierto no dormido de este sueño no soñado,
de esta sopa,
de esta masa,
de esta pasta,
de este profundo sonido.

Las siete y veinte y ahí va un uno.

Nada cae ya.
La selva es clara y claro el mundo.
La tormeta se hizo calma
y la puerta suena.

Los pies arrastran el agua
y el tapete aguarda.

Y ahí va el dos.

Ahora juntos, los dos.

Profail, el perfil.

I am interested in not being interested.
Looking for one lost lost-search.

El viernes


La noche es hoy. Hoy el día.
Todo me pertenece, la totalidad es mía.
Hoy son todas las horas de esta hora.
Hoy es el ahora.
No hay más allá que este acá.
Acá es allá.
No hay más que andar.
No hay cielo que volar.
No hay más que nada más.
Y ni eso hay, además.
Y yo solo y sólo estoy.
Y llegué y vengo y me voy.
Y siendo, no soy.

El símbolo de lo que parece no ser.

¿Por qué el corazón que late en nada se parece al corazón que pinto?

La sangre que llega e impulsa no es la roja vivacidad que la tinta mancha en esa siempre simétrica forma.

Le dimos rostro a un objeto que no está.

Y quien está no tiene rostro.

Y yo.


El silencio que cae, se desliza, desaparece.

Se van los ojos que miran al tiempo.

Se van los ojos sin cuencas.

Se va el todo.

Y yo me quedo.

Las moronas.

Estoy hecho añicos y nada me ha pasado. Soy una pesadumbre sin voz. Un cansancio de trocha. Un grito ahogado. Me deshago de mí. Y de mí me voy.

Aforismos y la falta de oficio. II.


Fuente de infinito. Manantial de muertes próximas, de almas condenadas.

Café de la tarde. Humeante ambrosía que intoxica los ojos.

Camino sin término. Futuro en blanco.

Heráclito el Oscuro ha de atraparte. Aguas de tiempo y muerte.

Pasado sin nombre.

Suplicio de lo profundo.

Sin título, sin pie.

Aún recuerdo el vaho de tristeza y frustración.

¿Que todo pasado fue mejor dijo Jorge? Que todo olvido es mejor dice Felipe.

Grito al viento. Al vacío carente de viento. A la nada.

A Leto querré ir. El óbolo ha sido puesto.

Escuela dichosa. Academia fortuita de las eras.

He aquí quien nos llevará finalmente. Finalmente el fin. La cuota habrá de ser pagada.

Lo que se esconde tras un ahora lienzo, antes madero.

¿Y sus dos reflejos en dónde se encuentran?

La corona de la dicha griega, el resumen de los vetustos susurros.

Que la tierra es el cielo. Que lo lejos está cerca. Quien se va, vuelve.

Volar sobre la praderas de tigres y alondras. Sombrillas que se escapan de las manos en las tormentas.

Cuando la lágrima camina inquieta a la sonrisa que la aguarda.

Danza. Malleus previsto entre el baile y cada paso.

Escrito está quien escribe lo reescrito.

Derivados de la oscuridad bailan los secretos.

¿Cuánto cae de lo que regresa?

Se celebra lo que no se tiene en la época en que culmina lo que se debe tener.

En resumen lo que nos aguarda y por lo que vinimos.

En resumen lo aguardado y lo que dejamos.

Ah Marat. Se supo, se sabía y se sabe.

¿Qué reflejas?

Guiándose a sí misma y quién sabe en dónde fue a parar.

Un adelanto de lo que fue.

Y si, quizás es lo que podrá ser o que fue lo que se pretendió que iba a ser y que resultó siendo lo que no fue.

¡Cuántos puntos!

El barco se hundió mucho después en las aguas de alguna memoria pero los gritos aún se escuchan en el fondo.

Pinto que hago que pinto.

Ah las palabras perfectas, la construcción precisa.

El ocio y su elogio. El conocimiento y su cosa.

Palabras de futuro. Sumérgete en tu inocencia, en la madurez de cada línea, de cada fonema

Borges sin sombra. Borges sin pasado ni futuro irredimible. Borges tras las grietas del tiempo.

Locura de una guerra sin tregua. Monólogo de una vida que se ahoga atrapa entre las piedras.

Locura subterránea. Licor de toda vida. Aire embriagado de lágrimas.

Por el mismo barranco en donde cayó la lágrima.

Que lo que cae, sube.

En la casa del húerfano o la enfermedad de la sangre.

El punto que ata y el dedo ahí apunta.

Que lo que es cabe. Y cabe en lo que no es.

Y sonríe la tímida mentira.

Todo lo que sé es que sé que ignoro lo que sé que no sé.

Y te atrapo sin saber a dónde vas.

Cuando se acerca la curva jamás ve.

Se acomoda el brinco de la suerte en el uno del cero.

Dichosa la planta que ni árbol fue.

Sólo entiendo lo que no me preguntan.

Y la onda que va al uno dejando al uno que fue ya cero.

Necia la tela que empujó la letra.

Veo que sólo yo veo lo que veo.

La alegría sin himno.

Dije: Bien, feliz.
Me dijeron: Bien, me alegra.
Y yo dije: y a mí me alegra que te alegre pero más me alegra que me haya alegrado a mí.
Y me dijeron: Bien, me alegra.

La vida en la punta del alfiler.


Esta horda de sonidos, de colores, de texturas, de sentidos. Esta manada de manos, esta comunidad de rostros. Esto que llamamos vida. Esta que es la única que vivo. Que va como va y viene como siempre. Que sigue, que está. Como un río al infinito: de su propio olvido ya conocido. Como un suspiro. Como un latido. Como todo final que tuvo (o tiene, o tendrá) todo principio.