Famosos hocicos


No, hombre, no. No te podés sólo quedar viendo por la ventana esperando que alguien venga y te salude. Menos si te escondés detrás de la cortina y apenas dejás ver un ojito café, de noche y cuando llueve. Está bien, ya estoy exagerando. Pero apuesto este hueso carnudo mío a que tan lejos de lo que te pasa no estoy. La verdad es que entiendo que sos tímido y que te afana que te hablen y no tener qué decir pero no cabe duda que más allá de esa sala debe estar quién quiera acompañarte a dar un paseo saltando líneas en los andenes del cemento. Un personaje por ahí de esos que lanzan cosas y te conversan como si te importara el tema o como si acaso pudieras entenderlo. ¿No te han dicho alguna vez bebé? ¿Niño? Claramente ninguna de las dos. A mí, debo decir, me molesta que me confundan o me quieran hacer parecer uno de ellos. No es cierto. Nosotros somos lo que somos. ¿Qué se creen tan interesantes como para quitarnos nuestra descripción milenaria para adaptarnos a la de ellos? Me pido 'no'. Voy por el 'gracias pero no, gracias'.  Pero bueno, me fui por entre las ramas. Hablábamos de tu dizque tristeza. Ok, ok. Hablamos. En presente y aún no en pretérito. Pues bien, la verdad es que yo pasé por cosas similares cuando descubrí que además de patio existía en ante-jardín lleno de flores y un camino cual atajo a la calle cuarta en dirección al centro de la ciudad. Deberías ver esos museos casi llegando al Morro. Llenos de árboles para recostarse y darles vuelta y dejarles una marca. Uno piensa, ¿de tanto territorio marcado, aún queda territorio por marcar? Yo creo que sí. Yo creo que en ese entrecruzamiento de amoníaco queda visto que hasta para nosotros la globalización es un hecho. Pero vos, que te la mantenés de la cocina al patio, del cuarto y la cama al baño y el sanitario, vos que no hacés sino jugar a onomatopeyas humanas debajo de las sábanas, vos que sólo se te ocurre aparecerte cuando te dan pan y te lanzan un pedazo de carne como a una foca. ¿Es que te creés una foca? Habrese visto tal absurdo. Vos que no  hacés sino mirar poniendo tus dos patas en ese vidrio esperando un no sé qué para no sé quién y nunca sabemos cuándo, vos, este vos al que veo oler la rendija inferior de la puerta para sentir el día y sus vientos, que no te has pillado que las redes sociales nos pertenecen a nosotros también, mejor dicho, ¿ vos me venís a decir a mí que lo único que te enseñaron para manifestar inconformidad y pereza y modorra y furia fue a ladrar?