¿De cuándo?

Las lágrimas que se atascan. Las sonrisas débiles. Las miradas al piso. El cemento frío, la baldosa fría. Y entre esas sombras, entre esa niebla nocturna sin luna: hay un respiro. Universos flotantes que dicen que todo puede ser. Que hay un yo allá, más allá de mí, que soy yo y se hace y se construye nadando en un fluido tibio que sólo aguarda descanso y placer. Existe. Es aquello que creo que existe. Sólo existo, mientras en mí crea. Y mientras crea en el fondo de este abismo que es contexto, entorno, circunstancia toda de todos. De todo aquél que tiene ojos para mirarse a sí mismo.

La casa

Cualquier casa. Cualquier cuarto, la sala que sea, el baño que toque, ¿la cocina pequeña? ¿La puerta suena? Hay ruido o hace frío. La que caiga. La casa no es un sitio, es un hecho. Es esa piel tersa, es esa piel de arrugas, el pelo blanco y el liso negro. La sonrisa de quien aprende, los ojos de quien ya ha aprendido. La mesa pequeña, el óvalo grande, con los cuerpos de sus circunstancias, con los trapos de estas circunstancias. Si alguien ha de entender, que lo entiendan ellos que yo puedo dejar la vida irse en intentar aprender y vivir así lleno de todo y con todos hasta el aliento final: lleno de mí.