De rama en rama, de pino en pino.


Afinando la idea al que, de tiro y saque, ya casi le atino.
Afilando el lápiz que traduce y derrama justamente lo que afino.
¡Finalmente! No más de mis dudas seré un simple adivino.
Pues he encontrado en la bruma el relato perfecto, el cuento Divino.

Ah Eureka. Saliste finalmente por las aguas de este remojo salino.
Cuando te pensaba perdido en la boca de algún libro cerrado y clandestino.

Ahora vestirme podré de orgullo, de roja organza, de negro lino.
Que se destape la cerveza siniestra, la verde pradera y el dulce vino.
Que se vista de orgullo cada esquina mugrienta y cada espejo de mi camerino.
Pues al parecer se viene la dicha y las carnes furtivas y los juegos de casino.

¿Es acaso esta la última letra, el último párrafo, la última pincelada de mi Destino?
Lentas se irán, sin embargo, las risas. Y apenas dejarán un recuerdo fino.
Que ingrato he sido con la Gracia suprema. Ladrón de canciones ajenas. Mezquino.

Qué ingrata es esta vida, apenas sonríe la rata, se aparece el hambriento felino.

Al otro lado de este lado.



Sopla y sopla. Llueve y llueve.
Triste, triste.

Me hundo.

Mientras

empantanada camina la respuesta.

Que anda vacía.