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La soledad que se avecina será de más de cien años.
Su cuerpo, que se deshace, se rehace impreso.
No importa la entropía.
Queda el olvido en la infinita memoria.
Ese universo allá de chocolate volador.
Entre puertas e iglesias. Guerras y cartas.
Y yo, y yo...
Yo he de pagar de algún modo.
Que todo debo.
Nada tengo, y no me soy.
Empezó así, un día de niño.
Con un ahogado entre medusas, con un hombre corpulento.
Un hermoso.
Siguió inagotable: inabarcable.
Medicina ininteligible de infancia, remedios bellos de silencio.
Remedia, remanga, La Bella.
He de flotar, quizás, entre sábanas colgadas.
Despejando el tiempo atascado con la luz de mañana.
Ya veremos.
Esas letras tuyas ya veremos.

Disyuntiva


Por un lado las cortinas se abren y el polvo se sacude. Entra el aire fresco de la mañana o el viento tibio de mitad de tarde. Se ve la pradera, el mar en calma o la montañana alta y brillante. Se acomodan las repisas con nuevas flores y el libro lleno de moho afila sus hojas, blanquea sus páginas y renueva su índice. La cama se hace nuevamente. Las sábanas sin arrugas esperan la cabeza de un sueño húmedo feliz, de un sueño espacial, de una fiesta con viejos amigos. Las cosas se acomodan solas con el universo mirando y embriagado del presente que aminora la entropía y acaricia las futuras estrellas y las charlas a carcajadas de cerveza o vino y parqués o sólo las piernas reclinadas que indican un amor venidero, un amor de hoy, una familia que se ama, una pareja amándose, unos amigos en el amor de la lucha y la compañía.

Por otro lado, más frío que cobijas disponibles, más calor que agua cercana, más lágrimas que las del estornudo y la alergia. Se confabula un dolor infinito y la niebla arrecia. Los vidrios están rotos, la cama está mojada y libros sin hojas. Tierra quemada, una montaña derruida, las hojas no se mueven, los árboles se desconchinflan, acuscambados todos los animales resguardan su infamia en las guaridas malolientes.

¿Dónde cada cuerpo? ¿Dónde el tuyo? Ahí el mío.

Rota roto poco

No se dan los oídos para ningún dolor.
No llegan las manos para ninguna caída.
Se desmoronan los mañanas.
Se vierten en los ríos sucios los recuerdos.
Lamentos aquí.
Gritos aquí.
Allá, el hueco, el vacío.
Eso que eres y nada que soy.
Toda distancia es infinita.
Todo martirio es infinito.
Aveces, claro, alguien sonríe.
Mientras muere.
Mientras muere, todo sonríe.
Porque sonriendo vive la muerte.
No se dan las mareas sin ahogados.
No llegan las caricias sin factura.
El silencio, inconmensurable, afilado.
La vergüenza, siempre ahí.
La paranoia, siempre ahí.
Las ganas de no tener más ganas.
Todos pierden, nadie la nada gana.
Allá la pared ya rota.
Allá la silla rota. Ya.
Eso que eres, y yo, que a nada voy.