Cha cha cha...


No me oye. ¿Puede oírme? No me mira. Tampoco me escucha.
¿Dónde está el agua caliente en esta vieja ducha?
Vieja, desvencijada. Oxidada. Digamos: ¡cucha!
De este vetusto ladrillo llamado casa. Digamos: ¡casucha!
¡Siempre el grito ahogado del chorro frío, siempre la misma lucha!
A veces ganas de bañarme vestido me da o, al menos, con cachucha.
Pero la intención poco me dura pues la ventaja final no es mucha.
Al principio veinte minutos, luego diez y luego cinco cual trucha.
Triste es: mañana será de nuevo. Ay Dios mío, qué tristeza, pucha…