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Y van solos los cuerpos por los días,
en murmullo de pequeños gritos
o en camino de pequeños pasos
que nadie acompaña,
por donde el otro no va.

Lloran sin llorar las horas de la vida,
en ausencia y en suspiro
que nadie acompaña,
por donde el otro no va.

Se observan por las ventanas
las calladas mentiras de la risa,
el afán incierto de la hora
que les empuja a los buses y al cemento,
mientras soplan sin pulmones
el viento frío de una condena última
a una caída final que ya es caída
y es final.

A través del parpadeo diario,
de no poder dejar de parpadear,
ciclo-acero de sol y luna,
rotos de tanto salir y supervisar,
ciclo-cadena de universo perdido,
de nada y todos y de verdad.

Desde el primer principio,
cantan los cuerpos tristes
de continuar sin entender
y de respirar.