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Estuvo la aurora, estuvo
Fue la sonrisa, fue
O la lágrima
que ya no habita
los surcos de la carne
Una rendija
al pasado que se queda
Telas que cubren los ríos
y las rocas
Susurros de cada cielo
que gobierna impávido
las casas vacías,
las casas sombra
Baldosas rojas
de un barrio triste y antiguo

2 comentarios:

José A. García dijo...

De todo lo que alguna vez estuvo siempre queda, con un poco de suerte, algún rastro.
Incluso cuando preferiríamos que no fuera así.

Saludos,

J.

Mista Vilteka dijo...

El rastro que es el rostro.
Abrazos, José,
MV.