De la otra voz que era la mía.

Un día llamé y contesté mi llamada. O eso creí.

Escuché una voz que decía: buenas tardes, ¿en qué puedo servirle?
Y era yo quien hablaba. Me escuché a mí mismo y sólo yo, el que escuchaba, sabía que al otro lado de la línea estaba igualmente yo. Yo mismo por dos.
Uno, el que escuchaba que es ahora el que escribe. Otro, el que hablaba ofreciéndome un servicio y que ahora ignora que tiene un igual que es él mismo. Ahora sí que le tengo miedo al ahora.

En el primer minuto no pude articular una frase coherente. El impacto era mucho. El miedo. El verme en un espejo sin imagen pero sí con sonido.
De nuevo: buenas tardes, ¿en qué puedo servirle? ¿Aló?
Me temblaba la voz. Mi existencia misma se estaba enfrentando a que uno más uno es uno. Sin romance, sin corazones rojos ni regalos con chocolate.
Musité: necesito esto, necesito aquello. ¿Podría usted (es decir: yo) ayudarme?
Claro señor Felipe, permítame un segundo.

Necesitaba colaboración con algo relacionado a mi cuenta bancaria. Ahora necesito terapia, droga, licor, algo. Ayuda con mi existencia. No tiene sentido existir en otro lado y con otro trabajo. Seguro es más exitoso, más atractivo, más interesante, mucho más alto.

Vi la luz pero no al final del túnel. No. La vi estando al lado de la lámpara. Del mismísimo sitio en donde se produce.

Que canten los ángeles. Que alisten los tridentes. Yo ya me morí.

4 comentarios:

Esilleviana dijo...

Recurrir a nosotros mismos para solucionar algunos de nuestros asuntos, problemas y complicaciones, así como compartir nuestros pequeños placeres, nos vuelve independientes y con la suficiente autonomía para sobrevivir (ahora bien, no sé de qué manera...si es la mejor o la necesaria, siempre queda la duda...).

un saludo.

Etienne dijo...

De golpe sentís que podrías estar mejor, que preferirías ser el otro yo(vos) y sin embargo, ¿le preguntaste eso al otro? Tal vez, en lugar de estar encerrado en números y cuentas ajenas preferiría la libertad de quien lo llama, desesperado, por saber su saldo.
Y sin embargo, escucharse la propia voz nunca resulta placentero.
El tridente nunda deja de estar preparado, excepto cuando lo llevan a afilar.
Buenas noches!!

Manuel Marcos dijo...

Yo diría que le voy a linkar, porque aquí se respira aire fresco.

Mista Vilteka dijo...

Esilleviana, me asusta pensar en encontrarme conmigo mismo. Siempre pienso que la búsqueda más incierta (y aveces la más aburrida) es la propia.

Etienne, fue toda una experiencia. Realmente creí que otro era yo. Con la voz que no me gusta en otra garganta. El infierno siempre parece cercano cuando nos miramos al espejo.

Al-Juarismi, muchas gracias por el comentario. Respirar es de quienes son conscientes de sus narices. O de sus aires. Muchos saludos y siempre bienvenido.